DE LA CASA QUE QUISE
Para mi abuelo Pedro y su casa del Preguntoiro,
en Santiago de Compostela
Huele a frío la casa,
torcida,
del abuelo.
Huele a sábanas frescas
y a humedad, sin embargo.
En moho se convierten
los que se dignan verla.
El abuelo no existe
pero sigo sus huellas
por la casa vacía
en la que fui pequeña.
Las ostras de la cena
de navidades lluvia,
nunca blancas ni osadas,
achantadas sin duda,
saboreo en silencio en la casa ya a oscuras.
Se han llevado los muebles
que mamá contemplaba
arañando sus ojos
recuerdos y guadañas.
La muerte de o meu abó
significa a mi vida
lo que un río sin nombre
y un santo sin ermita.
Desolada recorro
la casa de mi infancia.
Que llegue el fresco viento
pretendo al airearla.
Pero sólo es diciembre
y la lluvia no arrastra
más que quietud y tedio,
morriña y añoranza.
El pasillo, ese largo,
que llevo en el recuerdo,
ahora es corto y se pierde
carente de misterio.
Los libros que llenaban
de ilusión a los nietos
asoman, cual fantasmas,
su resto en las paredes.
Es al abuelo Pedro
al que veo en mi infancia
en un rincón, ausente,
riéndole a la casa.
El poema seleccionado pertenece a “MANEJEMOS LA PENA”
Ediciones Torremozas, 2016.
(Fuente: Aire nuestro)
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