Sale de mi cuerpo a hurgar el cuerpo del día.
Crótalos, buitres, portaviones U.S. Navy,
Alunecen visibles en mi balcón de luna invisible,
Clausurando en mi cuerpo todo el azul de los días.
Árbol de instantáneos reflejos soñolientos.
Tatuaje grabado en la piel seca del muro.
Vistióse el alma de mujer y fue a presenciar
el bombardeo.
Llamémosle al alma flor de Anacahuita
Y a la mujer canarí
Espejos pizarras, erosiones 105 milímetros,
cumplen su ley nostálgica de sangre
y los días de intramuros.
A un lado el campo de la madam sagá
y las playas de nácar,
y al otro lado los dientes
de la guerra sobre aristas urbanas;
empinados
o apoyándose en el pulmón más hondo,
sobre aristas urbanas.
Todas las noches son blancas
(ciérrase un ojo)
Toda blancura es negra
( enceguecemos).
Muchos vieron arder la sombra en la madrugada
del puente.
Casas dormitando su miseria en el río
Después de un nutrido bombardeo… vuelve,
Volvío a ser roble la ceniza;
Piedra Caribe
El muro gnomo y la casa de oración…,
Abrió luego su pórtico al aullido. Oremos.
Vísceras de menesterosos, ¿quién dijo?,
Cartílagos de plástico, fibras de vidrio y poliéster
Por las reventadas vitrinas, hierve la vida
En un oscuro convivio de ratas invioladas,
Colgados maniquíes en el desfile,
Frete a mis ojos:
Chorreantes las luces de mercurio.
-Quiero ir a Higüey, negro,
(se hizo sentir la voz madre);
Llévame con las niñas de Higüey
Que no es nuestra esta guerra, ¿cierto?
Los hombres pactaron con la muerte Cordero
De Dios.
La muerte risueña de las cuatro de la tarde
A la mañana ellos bajaron
(la muerte lo veía bajar),
Al claro firmamento en la riada del Ozama;
-Los muchachos salieron a buscar pan de fruta
En las inmediaciones de Villa Duarte.
Villa Duarte y sus cruces.
Cercana en la frente
Oeste la Ciudad Colonial;
Sans Soucí
A mi derecha brota un disturbio de cotorras.
(El cielo bajo, encapotado, nubes las aeronaves).
Una columna de humo desde el molino
Un disparo
(-Están tirando de los Molinos)
Nos separaba del infierno;
Meriño abajo, la sangre amotinada, consagró su plural de voces
En espiga: piernas, brazos,
En el cenit de los hombres,
Llegó Douglas Lucas
Con su ojo punitivo acuartelando la vida;
Con su ojo punk,
Temido, remitió la vista
A deletrear su antropofagia.
Adviene un cuerpo mí a inquirir por su origen,
Su patria potestad de geometrías
Precisas
Delinearon dos ojos de ribetes lechosos.
Cerca de aquí se escucharon ayer dos explosiones.
-Dios bendiga este hogar.
En toda puerta de Cristo, sálvese quien pueda.
Hijos del hombre, ¡Padre¡,
Por qué me has desprotegido;
De tu carne a mi carne, hay un grito abandonado;
Retorcidas calles lacrimógenas por casas nudos;
Sombras por árboles abismándose al oído,
Tiembla la luna de los hambrientos.
Flanco derecho del río,
Sale un cuerpo en mi cuerpo
Flanco izquierdo,
Sigilan los endriagos
Día y noche nochísima en los rostros del tiempo
Sorprendido:
Se cubren las cabezas suplicantes.
A dos ojos mortíferos del fuego,
Se levanta el rango taciturno del polvo
A bautizar mi horario degollado.
La ciudad bajo su telón al igual que un ahorcado
Sus ojos.
En el bar, frente al baluarte Conde,
Aun azulaba el escalofrió que dejó
En camilla Fernández Domínguez con su muerte,
Entre dos ambulancias de un monocorde infinito.
Las agencias de prensa reseñaron su muerte.
Los niños y niñas patrullaron su muerte,
Escoltada por negras leyendas de agua y tierra.
Capozzi, Ilio Capozzi;
Riviere, Andre Riviere.
Era una vez el territorio dominicano por Tauro
Conducido en su hemiciclo solar.
42,000 marines de grises portaviones
Y helicópteros.
-Está agria la piña, caballero.
Uno, dos, tres, cuatro; uno, dos, tres, cuatro;
Media vuelta a la izquierda, se puede observar
Un hermoso campo de latas y neumáticos
A pocos kilómetros del hospital militar,
El río sube a depositar ahogados en la cena.
(Fuente: Círculo de poesía)
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