tenue
los
árboles se encendían
soplados
por la brisa
de
una tarde infinita
y
yo era una mano
extendiéndose
demasiado
ansiosa
y rústica
para
lo que esperan
de
un poeta
las
conversaciones
sensibles
mientras
me alcanzaban un mate
y
el dueño de esa
gentileza
seguía
hablando
sobre
la plenitud
delicadísima
que tiene la música
viviente
alrededor de todas
las
cosas
hasta
que
por
fortuna
conseguí
dejarlo casi a solas
con
los detalles
de
su profundidad
intensísima
diciéndole
en
silencio
Juan
Ele
gracias
por
haber sido
para
siempre
el
aire
certeza
¿habrá
que acercarse
con
más cuidado
al
territorio secreto
de
cualquier cosa
sin
pretender
la
precisión
de
un dios
ni
dejar que crezca
la
soledad
de
lo pleno
por
nada?
y
si no
por
qué
mi
memoria no para
no
se cansa
y
vuelve hasta sin mí
al
silencio rugoso
de
ese cachito de corteza
esta
tarde
protegiendo
con tanta hermosura
lo
que todavía no puedo decir
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