HOMENAJE A PACO LAYNA
HOMENAJE A PACO LAYNA
Al alba zarpaban del embarcadero cercano las
primeras lanchas (¿qué
se hizo de aquéllas de
Regla a Casablanca?)
las yolas y esquifes,
alguna que otra almadía,
se alejaban: y yo
permanecía con la
frente apoyada en
el cristal de la ventana,
cielos despejados. Las
bandadas de garzas,
un pelícano, ciertas
aves semejaban
derviches y bayaderas,
se abrían los espacios,
nada permanecía, se
diluía todo: en cuestión
de minutos caía el
viento, y yo no
distinguía lo estival
(actual) de aquellos
inviernos (década de los
sesenta) neoyorquinos,
no distinguía al joven
mirando desde una
ventana, la nieve le
llegaba hasta la cintura,
Calle Siete, Avenida D,
caer al bies la nevada:
ahora era octogenario
mirando esta mañana
vaciarse los espacios
de embarcaciones,
aves, y por contracción
de días y semanas la
verdad (voracidad) del
Tiempo.
Un ibis, una grulla: no queda un tordo a la vista, en
la mirada, qué proeza
volar, navegar, atracar
en ínsulas extrañas,
entrar en las moradas
(siete) sentarme a
hojear un libro de
arte chino y ver
piélagos contrastar
con riachuelos,
orinocos con
almendares, un cauto
y un contramaestre
que nunca viera y
forman parte de mi
historia más íntima,
algo así, Teresa, como
la plegaria interior, una
oración mental: seres
vocales las aves y los
frailes mendicantes,
mejor que rezar, amar.
Todo inútil. Recibo una
carta de Paco Layna
recién salido del
hospital tras la
experiencia de ver
morir a su lado una
mujer, quién era,
quién para él y por
trasvase quién para
mí: todo se aleja, se
diluye, cierro el libro
de arte chino tradicional,
vocal, Dios y la Naturaleza
en su inmensidad se me
van de la mano, no veo
nada: me giro, cambio
de sitio, desayuno, me
lavo, me acomodo en
otro punto de la casa
a leer una biografía de
Humboldt y Bonpland.
Me quedan preguntas por hacer y las que hice
son mi devastación.
Repito tres veces Sutra del Corazón, hilo de
palabras de la
mansalva de los
diccionarios.
Oigo trapear a Guadalupe en la sala, imagino el
regreso de las garzas,
guión, el blanco silencio
triangular rumbo sur de
las bandadas.
Fujiwara Yonnari en su retiro de O’Hara recibe de Saigyo
en su retiro de Koya
una de diez tanka
(todas comienzan
aludiendo,Yama
fukami a las remotas
montañas) remontan
las palabras, en nada
encuentro entendimiento
y razón.
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