Morada y moradora
pero no viene nadie nunca. Afuera, la sombra que tirita
en los ángulos de las puertas y bajo las escaleras,
es otra vez el alma, cuando la noche fija a lo largo de los muros
las olas de agua helada y pálida en que es feliz el descenso.
Y entonces, ¿quién hablaba de pérdida o de salvación del alma,
si ella está aferrada a su temblar y sin embargo
siempre más desnuda ante el viento que sopla en este pasillo?
Oculta o errante, oye: ella se desvía, siendo
morada y moradora de soledad sin nombre.
incluido en Poesía francesa actual (Biblioteca digital, República Dominicana, 2009).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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