1.
La poesía no sirve.
Incluso el poeta está fuera de su égida
como un veterano que apuesta por su redención apóstata,
aunque sólo capte la señal de una emisión
perdiendo entre las nubes
la cabeza
2.
No busquemos bucear por el fondo del acervo
y soltarle el arpón a cuanta errata. Si bien “poeta”
es un estado que implica y sólo a quien está
(oyente de la música exterior) atónito ante el
mito de la página (en blanco un árbol
es un cadáver) y, aunque sepamos nunca será
un oficio la chiripa, dejémoslo abocado
a su falsaria idea
de trabajo.
3.
Ya no hablemos.
Su oficio befa contra el Yo
y la realidad y (salvo en loa
o elegías) Nosotros se sitúa
poema afuera. Toca la puerta.
Lo verás. Nadie responderá solicito
al llamado. Ni siquiera el fantasma,
tal vez, de los que fuimos.
El poema (y lo que en él)
esto a pesar de los judíos, representa
la noción cristiana
de un ulterior más allá.
Algo de infierno hay en Spicer sollozando
con un lenguaje que no oye nada de Eliot,
excepto cómo es ese infierno.
4.
Entonces convengamos: el poeta (y al acecho)
sobrevive (nunca más) fuera de nosotros
Nuestro es su nudo —curvado límite
del aquí con el dentro del poema .
Y el deseo (o el horror
–un salto al vacío) de estar
(o no) del otro lado.
5.
Acá se está. A secas.
Si, p. e., un hombre rueda por el catre.
Un hombre rueda por el catre.
No importa cómo.
Si aro, anillo, arandela.
En la cuesta de qué duna o sabana.
Si piensa (o no)
Simplemente rueda.
Finalmente, el lenguaje es sujeto de la lógica.
Nunca del deseo (que miramos)
girar libre (atrás del nudo)
Sin nunca sin recordar
Cómo se rueda.
6.
No hablemos cuando aberra berraca en su nonsense.
Ni en milonga yorugua o en rococó habanero.
Hay un exceso sibilino de bulín: de poeta y puta.
De orín en urbe oscura.
Compromisos: el peso plúmbeo de la fatua historia.
Patria y familia
Y el civismo doliente que la poesía estupra.
7.
Menos bola, señores, a los acróbatas
(en secreto amados por la Mujer barbuda)
al Hombre bala y al de Goma, como al perro
que salta por el aro.
Pues, los poetas (lo proclamó Platón
en la vieja república)
los poetas no sirven para nada.
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