martes, 5 de marzo de 2019

María Magdalena (Argentina)



Edema de glotis


Caen los rayos de luz
en el sur del mundo.

Cuando la piel llama a respirar,
es mejor tomar aire.

Incluso el paraíso tiene sus
monstruos:
acechan al disiparse la bruma
en el instante de mayor claridad.

La vespula germánica sabe
dañar sin perder, como toda
reina madre. Sus rodeos
son como las vueltas sigilosas
que da el animal antes
de cazar a su presa.
Bella carnicera, inocula
el veneno a través del aguijón
o muerde: un ritual silvestre
desprovisto de magia.

Me expulso de los lugares
sagrados donde otra vida
parece posible.

Allí donde la tormenta
amenaza con destruirlo todo
recobro el aliento.

Pero el cuerpo no tiene memoria
para combatir la inteligencia
de la naturaleza.





Maculopatía o elogio de la ceguera


Las visiones no siempre
son sagradas.

Santa Teresa vislumbró
el infierno.
Sentía en el alma un fuego
de tal violencia
Luego vino el ángel,
pequeño y hermoso:
el dardo de oro
la penetró hasta el éxtasis.
Fue abrasada por
la gracia de Dios.

Yo parpadeé en mi propia
visión humilde: las luces
brillantes y minúsculas
empañaron mis ojos.

Nos deslizamos
en el lento crepúsculo
de la ceguera, incapaces
de esquivar el destino.

Recordé a una niña
que veía crecer ramas
larguísimas
desde la punta de sus dedos,
hacia el infinito.

Algunas mujeres
no tenemos
a quién rezarle.




(Fuente: Vallejo & Co.)


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