Juego de espejos
en descubrir el sol que la nutre y el león que olfatea su nuca, en la sombra,
cuando duerme de bruces,
de modo que escribo con cierta ansiedad
poemas en busca de la hierba tan fresca que brilla en sus besos.
No es fácil
alcanzar la palabra, o captar lo que dice su piel
con su vello dorado, raptada y devuelta por el mar,
cuando yace al sol sobre un toallón carmesí
y las palabras
se hunden en su respiración, o en la frase
donde su cuerpo se tiende en una hamaca
colgada bajo los árboles.
Y está la gente del mercado,
señoras que han adquirido un pollo o una merluza
y marchan hacia el árbol de Navidad, en el cielo.
Juraría
que es mediodía y hace calor, pero todo es sospechoso
en este lugar centelleante.
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