martes, 7 de marzo de 2023

Ramón Miranda (Venezuela)

 


 

Cabra Nuestra Solar

                  
                        a Rafael José Álvarez y a
                        Francisco Emiro Durán
 
 
Las pezuñas punzándole el vientre,
el aire, el alma
Toda nervio y oído
Toda barro y espuma
Cabra nuestra solar
Mediodía intenso
Pura piel de intemperie
Suave pelambre Puro firmamento
Tiene sol en la ubre
Tiene un claro misterio en el idioma
Si la tierra retumba está soñando
Si huele a orégano seguro está pariendo
Cuando descansa siento su palabra
y cuando abre los ojos es de noche
 
Nuestra provincia guardas en tus sienes
Calor de tierra
Virgen de los pobres
Vino solar te corre por las venas
y tú aliento de bestia me atormenta
 
Me reconozco intacto en tu balido
Toda tu sal se hermana en mi garganta
En la forma del día te revelas perfecta
 
Serena arboleda Animal puro
Expresión casi humana de la tierra
Cielo y tierra sostienes
y al sentir tu presencia toda tu raza
vibra en mi persona
 
*** 

CABRA SOLAR
El poeta Ramón Miranda. En estos días lo hemos estado recordando con vehemencia. Nos espera acodado en un mesa en una nube del cielo. Puestas las 'cerbellas', prestos a libarlas. Sí, 'cerbellas', como era dado al penco
Carlos Martínez nombrar a las Pilsen en una
gustosa fusión de cerveza y mujer. Debe saber que ya no me empino las cinco de siempre. Ramón Miranda, un ser excepcional, dije era cuando se le rindió homenaje en la FILVEN- Capítulo Falcón 2022 y se nos invitara a formar parte del panel junto a Gabriel Jiménez Emán, María Elvira Rojas y Paúl González Palencia. Hable de nuestra relación de amigo
consecuente y poeta hermoso y festivo, sobretodo de la singular experiencia que significó para mí servir de editor de sus dos libros: "Plantado como un ángel" y "Animalamor". Aporté datos en referencia al discipulado al lado del poeta Rafael José Álvarez, con quien laboró de periodista en la Universidad Francisco de Miranda y en los periódicos locales, y con quien gustaba de la conversa sobre la poesía y la dedicación que ésta demanda, el uso correcto del lenguaje como una exigente devoción y la genética del hombre debida a la presencia idónea y divina de la mujer. Todo esto sin extenderme y tocado más por la emoción que por la precisión; pero no dudé en afirmar que si alguien podía hablar con propiedad de Miranda se llamaba Paúl González Palencia, poeta también y de grandes kilates, uno de nuestros primeros maestros y quien en verdad le conoció de vista, trato y comunicación antes y desde el Grupo 13 Negro que ambos integraron. A quien me refería estaba sentado allí entre nosotros. Paúl sí fue preciso, dijo que nuestro amigo era un ser de carne y hueso; pero que en su palabra subía y bajaba del cielo de la forma más discreta posible que se puede permitir un poeta: elaborando sin cesar su instrumento, siendo exigente consigo mismo y con la mayor consideración que se puede tener con el lector (que a fin de cuentas es quien da factura al poema), es decir, como quien pone ante sus ojos una gema que él, el lector, hará diamante, si el poeta ha obrado en verdad cuidando que su luz no lo enceguezca o su pretendida o no fórmula no lo confunda. Y en nuestro hermano y amigo, esto era más que cierto, me decía allí mismo escuchando disertar a Paúl. Cuando editamos sus dos libros separados con largura en el tiempo de escritura y edición, pude constatarlo. El primer borrador que el poetica (así le decíamos por cariño) ponía en nuestras manos sólo era la sombra de lo que iba a imprenta; no obstante una lucecita, un quieto fulgor, permanecía allí en la hoja plagada de correcciones: la esencia del poema. Fue una gran lección para mí, entonces algo descuidado, correcciones que valieron muchas tardes de conversaciones, disfrutes, placeres y 'cerbellas'. Él decía que sí, que se debía corregir con insistencia, pero sin apartar el poema de lo que le dio vida, que en fin el contenido era el instante mismo y que separarlo por una utópica perfección era traicionar el instante; y era allí, en esto, que lo podías oír hablar de la poesía universal de la manera más humilde, en esas frescas tardes en que las frías apaciguaban la resolana coriana. "Cabra nuestra solar" es un poema suyo en el que todos los que habitamos este confín de viento y tunas nos sentimos y somos, desde nuestro 'poeta oráculo' y nuestro 'poeta duende' hasta Antonio Robles y Anthony Alvarado. Este poema es para mí la cima de un triángulo expresivo cuya base son dos sonetos que le preceden: "Soneto bárbaro" de Elías David Curiel, y "Una cabra sin ojos cruza el viento" de Rafael José Álvarez.
 
en Notas distraídas. César Seco. 2023.
 
 
(Fuente: César Seco)

 

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