LA RISA
Con una venia de paseante les pido su consentimiento para
mirarlos.
Desatan las paredes con barretas, ordenadamente,
hilada tras hilada
de adobe.
De repente un obrero llama a los otros
y señala
una larga hilada con profundas huellas de perro,
huellas fijadas por el sol de 1910
(según la fecha en el frontis de la casa)
Todos acuden y ríen,
largamente ríen, incomprensiblemente ríen.
Es que ellos saben,
han recibido la imagen de adobería de entonces:
tendales de adobe frescos y un perro distraído
caminando sobre ellos, imprimiendo sus patas,
y alguien, acertándole con un poco de barro: "¡zafa, perro zonzo!",
y perro zonzo huyendo, asustado y loco, dejando sus huellas
en el barro fresco.
Y eso dio risa,
muy seguramente que dio risa en la adobería de entonces.
Hoy esa risa se oye aquí, en estas bocas,
como un eco que demoraba, hasta que vino.
(Fuente: Daniel Rafalovich)
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