de "el cuidado de la mirada"
Autocertificación
Tiemblo de miedo desde cuando nací
y el temblor no es domesticado.
Me iré sin patrones,
sin socios en la astucia.
Estoy aquí con los hilos todos descubiertos,
escribo y vivo en una hermosa vista,
pertenezco a pequeños asuntos
al viento y a la nieve de mi pueblo.
Soy y seré siempre hermano
de los inquietos, de los inciertos.
Ninguno me salvará
y yo no salvaré a ninguno,
pero es hermoso ser libres y apasionados,
abiertos al soplo de cada cosa:
el alma no es otra cosa
que una rosa.
~
LOS
ERRORES. A menudo somos víctimas de los errores. De nuestra parte y de
parte de los otros. Podemos pasar tanto tiempo acusando, acusándonos. No
es un tiempo bien empleado. Debemos considerar que en el error hay una
energía de la reparación. Y va usada toda. Sin el error no habría
existido esa energía. Tal parece ser que la vida casi para avanzar
necesitaría del empujón del error. Y si pensabas haber dado lo mejor en
una cierta tarea, te das cuenta que tras el error te vino un cuidado
mayor, un clamor que dilata la vista y te deja ver el pelaje que está en
cada segundo, el clamor que resiste también en los silencios más
grandes. No debes bendecir a los errores, no los debes buscar.
Simplemente cuando vienen debes recogerte y volcarte a un trabajo bueno,
para ti mismo o para los demás. Los errores no quieren enseñarte nada y
no puedes enseñar nada a los demás. Quien te enseña algo es el tiempo
que pasa. A ciertos errores, diez años atrás, los habría usado de un
modo peor. El tiempo que pasa te ayuda a entender que la vida se mueve
en desorden y, a veces, puedes encontrarte en medio del desorden o
puedes ser quien lo produzca. Si lo piensas, llegarán las fuerzas para
limpiar de nuevo, para hacer el bien que todavía no has hecho.
~
Los milagros
Cuando ningún ser humano
te busca
acaricia un árbol
bebe de una fuente
mira las cosas que están en el mundo
como si tu mirada pudiese salvarles.
Sal, camina
recuerda que antes de morir
puedes hacer cosas imposibles,
impensadas.
Los milagros han vuelto.
~
EL CUIDADO DE LA MIRADA. El cuidado que propongo es el cuidado de la mirada. Estoy convencido que muchas enfermedades entran por los ojos y a través de las palabras. Las cosas que han sido dichas, las miradas que hemos sufrido son, igualmente, agentes patógenos externos poderosos que pueden transitar por el aire o la comida. No estamos en un lugar por derecho propio, pertenecemos a la comunidad de todas las presencias, aquellas visibles y aquellas invisibles. Se puede desconocer la física cuántica, se puede desconocer la química, pero nosotros estamos antes que cualquier trozo de naturaleza, somos apariciones misteriosas, y el misterio también tiene relación con nuestra ausencia del mundo.
Al punto que hemos llegado, debemos reconocer una cosa: somos
demasiados y demasiado invasores respecto a las demás criaturas del
planeta. Nuestro modo de procurarnos el alimento tiene rasgos
ampliamente inhumanos: es necesario cambiar inmediatamente nuestros
hábitos y discutir con quien no quiere hacerlo. No se puede decir que
comer tanta carne y producir armas sean altas conquistas de
civilización. Si queremos estar juntos en la casa del mundo, no podemos
dar por descontado que un gerente deba ganar quinientas veces más que un
obrero. Si queremos poner la salud de las personas al centro del nuevo
mundo, entonces debemos librar una batalla seria contra la contaminación
de la tierra, del aire y del agua, contra la concentración urbana y el
desierto rural.
Pero este cuidado al escenario del planeta debe estar acompañado de
una revolución en el modo de percibir y percibirse. Un ser humano debe
ser un espacio sin límites, capaz de confiar en una mariposa y en un
agujero negro. Si en los próximos decenios no construimos un mundo de
personas que amen leer, que amen escuchar, que sepan amar las
diferencias entre los lugares y las criaturas, quiere decir que ya
habremos caído en una suerte de fascismo global donde no tendremos un
guía, sino miles de individuos en camisa negra, listos para cazar a los
distraídos, a los soñadores que no respetan las reglas.
~
CARTAS
DE AMOR. La encuentro cada día en un bar. A las seis de la tarde, la
hora en que a esta pequeña ciudad llega la niebla y que la acompaña
hasta las primeras horas del día. Hablamos de los deseos que no hemos
cumplido, solo de esto. Ella me dice los suyos y yo los míos. Ella
parece venir desde bosques cerrados. Ninguna señal de actualidad cuelga
de las mejillas de su rostro. Fuera del mundo ha casi acabado de
esperar. Ella bebe su té y yo mi chocolate.
La realidad es un cerco inflexible, lo sé, pero encontrar una mujer
no es para mí ordenarme, sino romper el cerco. Ella me saluda cada vez
con un besito en la boca cerrada y con esta frase: no agrandes las
promesas que nos estamos haciendo.
Hay seres que tienen una punta fina, no pueden hacer lo que quieran
con sus cuerpos, sino que en el entorno a sus cuerpos. La veo para
mirarla. El amor es, antes que nada, hacer un buen cine, grabar las
escenas memorables. Miro si todavía puede provocarme algún deseo
inédito, miro porque el deseo se manifiesta siempre con una escena, se
compone siempre en un cuadro. A veces no hablamos. Ella escribe
cualquier cosa para mí y yo escribo cualquier cosa para ella. Cartas de
amor escritas con el cuerpo amado delante de nosotros. La espera por
leerlas es hermosísima.
~
PARA
HACER UN PUEBLO. Si queremos un pueblo debemos saber que para construir
uno debes tener huesos y mucho aliento desperdiciado. No lo construyes
con el turismo ni con el progreso. En este caso, haces un negocio, una
habitación para adolescentes. Un pueblo es un lugar viejo, te nieva
encima incluso en agosto, te vuelve solo e introvertido hasta en la más
hermosa de las fiestas. En un pueblo no te das cuenta cuando eres feliz.
Él tiene la tarea de no hacértelo notar, ni siquiera hacerte notar el
bien que te llega; él te debe hacer pobre de miradas, te hace sentir
como una mosca sobre una serpiente dormida. No estás en un pueblo si no
estás varado, si no eres quien carga repetitivamente y que deja un peso
por otro sin posar. Nadie en un pueblo está verdaderamente quieto, nadie
reposa.
~
CONTRA
EL MIEDO. Las pasiones, aquellas íntimas, aquellas civiles, aumentan
las defensas inmunitarias. Ser entusiasta por alguno o por cualquier
cosa defiende contra muchas enfermedades.
Estar callado cada cierto tiempo, mirar más que hablar.
Entender que estamos sumergidos en el universo y que no podríamos
vivir sin las plantas, aunque las plantas permanecerían en el mundo sin
nosotros.
Saber que la vida comercial no es la única vida posible, también existe la vida lírica.
Hasta
que tienes algo decisivo en tu vida resulta muy difícil que puedas
morir. La muerte tiende a entrar en juego cuando, en cierto modo, ya le
has aplanado el camino.
Saber que el cuidado, antes que la medicina, viene de la forma que
damos a nuestra vida. Para huir de la dictadura de la época y a sus
males se necesita estar atentos, ser rápidos y ligeros, exactos y
plurales.
~
INVESTIGAR
EL DOLOR. Yo estoy aquí para investigar el dolor, para hacerlo salir,
para comerlo y luego escupirlo. La literatura es dolor comido y
escupido, el resto son orquestitas, el resto no tiene la dignidad de un
diálogo entre el vaso y su polvo, entre las tejas y el viento que
intenta botarlas en el aire, entre la rama y el insecto. Nuestros
asuntos no valen más que la manilla de una puerta ni más que el taco de
un zapato abandonado. Las cosas son más gloriosas que nuestras palabras. Nosotros
que hemos inventado diablos y santos, nosotros que tenemos la misma
imaginación que un charco, el mismo impulso de un corcho, la misma
sabiduría que un puñado de sal, la inteligencia de una ampolleta
fundida. Las cosas son más gloriosas que nuestras palabras.
***
En La cura dello sguardo. Nuova farmacia poetica. Firenze: Bompiani, 2020.
Versiones de Nicolás López-Pérez
(Fuente: La comparecencia infinita)
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