TRES FRAGMENTOS DE SEMILLA
Después de tapar la evidencia, todo es posible. Pintaremos el
suelo de amarillo, y luego haremos que nieve.
Todo lo dicho es hablar con palabras, no con panes,
dentro de un horno que se enfría. Lo que te asusta es la
contemplación minuciosa del deterioro, esta implacable
velocidad. No, solo me asusta no haber vivido.
Somos fundas de cerca del arado. ¿Qué se ordena con el
desorden de los surcos, con la confusión del hambre? Por
dentro se extiende la cosecha grávida, expectante, los árboles
se cargan de frutos más y más dulces. La hoz no tiene manos.
En el exterior, la vida se desarrolla como una pieza de
cerámica, rota y ramificada.
Mentalmente, se encamina cada noche a la despensa. Se
alimenta de hambre, transparentan los huesos, las letras
desplazadas.
Radiografía membrillos, primeros planos de hojas, rostros
que se muerden desde dentro. El esqueleto de un pájaro
diseminador: 4046 de frente, de perfil, de espaldas. Sigue
escribiendo. Las palas que desentierran su fémur, la roja
colisión recuperada.
Con blanqueo selectivo, durante un minuto, se somete
al viraje en un baño de trabajo. El cambio de color le
indetermina, prepara el papel para acogerlas.
Sin apenas raíces, el brote se expande como una vena sin
cuerpo. Setenta y tres centímetros por encima del mantillo.
Caracoles y arañas en tránsito, trazos veloces, laboriosa
crucifixión de una mosca de campo, áreas despensas.
Le sostengo el brazo, los colores, la lupa que se sumerge
en la piscina de hierba, que nada derramándose en los
mínimos detalles. De la hoja plisada en su cuaderno cuelgan
tres dibujos de semillas y, al abrirlo, el viento las dispersa.
La tierra borra, acoge. Si florece la tinta, brotarán palabras
táctiles, larvas de luz.
A la derecha del metro cuadrado, en el límite medio-
dentro–medio-fuera, una pluma gris. La dibuja dividida, casi
ausente. En el borde lanceolado de la desaparición.
Semilla
Bala Perdida poesía
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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