CURRÍCULUM
VITAE
Larga
es la noche,
larga
para el hombre
que
no puede morir, largamente
se
tambalea bajo farolas
su
ojo desnudo y su ojo
cegado
por el aliento de aguardiente, y el olor
a
carne mojada bajo sus uñas
no
siempre le aturde, oh dios,
larga
es la noche.
Mi
cabello no se encanece
porque
salí del vientre de las máquinas,
Rosarroja*
me untó de alquitrán la frente
y
los mechones, habían estrangulado
a
su hermana, blanca como la nieve. Pero yo,
el
jefe de la tribu, pasé por la ciudad
de
diez veces cien mil almas, y mi pie
pisaba
las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual
pendían
diez veces cien mil pipas de la paz,
frías.
Una calma de ángeles
deseé
a menudo para mí
y
cotos de caza llenos
de
los gritos impotentes
de
mis amigos.
Con
las piernas y las alas abiertas
subía
la sabihonda juventud
sobre
mí, sobre el estiércol, sobre el jazmín,
hacia
las inmensas noches del secreto
de
la raíz cuadrada, la leyenda de la muerte
empaña
mi ventana cada hora,
dadme
euforbia y verted
la
risa en mi garganta
de
los viejos que nos antecedieron, cuando
caiga
yo sobre los infolios
en
el sueño vergonzoso,
para
que no pueda pensar,
para
que juegue con flecos
de
los que cuelgan serpientes.
También
nuestras madres
soñaron
con el futuro de sus maridos,
los
vieron poderosos,
revolucionarios
y solitarios,
pero
después del retiro los han visto encorvados en el huerto
sobre
las llameantes malas hierbas,
mano
a mano con el fruto charlatán
de
su amor. Triste padre mío,
¿por
qué callasteis entonces
y
no habéis seguido pensando?
Perdido
en las cascadas de fuego,
En
una noche junto a un cañón
que
no dispara, condenadamente larga
es
la noche, bajo el esputo
de
una luna enfermiza, su luz
biliosa,
pasa volando sobre mí
el
trineo con la historia
embellecida,
en
la vía del sueño de poder (lo cual no impido).
No
era que yo durmiese: estaba despierto,
entre
esqueletos de hielo buscaba el camino,
volvía
a casa, me ceñía el brazo
y
la pierna con hiedra y con restos
de
sol blanqueaba las ruinas.
Respeté
los días festivos,
y
sólo si mi pan estaba bendecido
lo
comía.
En
una época arrogante
hay
que pasar de prisa
de
una luz a otra, de un país
a
otro, bajo el arco iris,
con
la punta del compás en el corazón,
tomando
la noche por radio.
Abierto
de par en par. Desde las montañas
se
ven lagos, en los lagos
montañas,
y en el armazón de las nubes
se
balancean las campanas
de
un mundo. Saber de quién
es
ese mundo, me está prohibido.
Ocurrió
un viernes:
-yo
estaba ayunando por mi vida,
el
aire chorreaba del zumo de los limones
y
la espina estaba clavada en mi paladarÂ
entonces
saqué del pez abierto
un
anillo que lanzado
al
nacer yo, cayó en el río
de
la noche y se hundió.
Yo
volví a lanzarlo a la noche.
Oh
¡si no tuviera miedo a la muerte!
Si
tuviera la palabra
(y
no la errase)
si
no tuviera cardos en el corazón
(y
rechazara el sol),
si
no tuviera avidez en la boca
(y
no bebiera el agua salvaje),
si
no abriera el párpado
(y
no hubiera visto la cuerda).
¿Están
tirando del cielo?
Si
no me sostuviera la tierra
hace
tiempo que yacería quieta,
hace
tiempo que yacería
donde
me quiere la noche,
antes
de que hinche las narices
y
levante su casco
para
nuevos golpes,
siempre
para golpear.
Siempre
la noche.
Y
nunca el día.
*Rosarroja
y Blancanieves son hermanas en el cuento.
De
"Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión
de Cacilia Dreymüller y Concha García
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