lunes, 6 de marzo de 2023

Ocean Vuong (Viet Nam, 1988 / EEUU)

 

 

ACCIÓN DE GRACIAS 2006

 
Hace demasiado frío en Brooklyn esta noche
y todos mis amigos están a tres años de distancia.
Mi madre me dijo que yo podría ser
lo que quisiera, pero decidí vivir.
En el rellano de una vieja casa de piedra rojiza
un cigarro arde y se disipa.
Camino hacia él: una navaja
que el silencio afila.
El humo esculpe su quijada.
La boca por la que vuelvo a entrar
en la ciudad. Extraño, eco
palpable, aquí está mi mano, llena de sangre delgada
como el llanto de una viuda. Estoy listo.
Listo para ser cada uno de los animales
que dejas atrás.
 
 
 

ROMPE HOGARES

 
Y así fue como bailamos: arrastrando los vestidos
blancos de nuestras madres, agosto
 
nos teñía las manos rojo oscuro. Y así amamos:
medio litro de vodka y una tarde en el desván, tus dedos
 
acariciando mi pelo, mi pelo un incendio. Nos cubríamos
los oídos y los arranques de tu padre se convertían
 
en latidos. Cuando nuestros labios se tocaron el día se cerró
como un ataúd. En el museo del corazón
 
dos personas sin cabeza construyen una casa en llamas.
La escopeta siempre estuvo sobre la chimenea.
 
Siempre hay tiempo para matar, -sólo para rogarle a dios
que te lo devuelva. Si el desván no, el coche. Si el coche no,
 
el sueño. Si el chico no, su ropa. Si vivo no,
cuelga un teléfono. Porque el año es una distancia
 
que hemos recorrido en círculos. Es decir: así
bailamos: a solas en cuerpos dormidos. Es decir:
 
así nos amamos: en la lengua un cuchillo que se vuelve
lengua.
 
 
 

AZUL, VERDE Y CAFÉ
 

La tele dice que los aviones han derribado los edificios.
Y yo dije Sí porque me pediste
que me quedara. Quizá rezamos de rodillas porque dios
sólo escucha cuando estamos así de cerca
del diablo. Hay tanto que quiero decirte.
Cómo mi orgullo más grande
era atravesar el Puente de Brooklyn
sin pensar en volar. Cómo nuestras vidas se parecen al agua: mojamos
una lengua nueva sin confesar
a lo que nos hemos enfrentado. Dicen que el cielo es azul
pero sé que es negro si lo miras desde muy lejos.
Siempre recordarás lo que estabas haciendo
cuando te duela más. Hay tanto
que necesito decirte, pero sólo me gané
una vida. Y no tomé nada. Nada. Digamos un par de dientes
al final. La tele siguió diciendo Los aviones…
Los aviones… y yo me quedé parado en el cuarto, esperando,
hecho de cenzontles rotos. Sus alas palpitando
entre cuatro paredes borrosas. Y tú estabas ahí.
Eras la ventana.
 
 
(traducción: Elisa Díaz Castelo)
 
(Fuente: Hugo Toscadaray)

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