Endymion I, 1-24
Las cosas bellas son por siempre una alegría:
su encanto se incrementa; luego, nunca
se sumen en la nada; mas nos guardan
una enramada plácida y un sueño
lleno de dulces sueños y salud
y calmo respirar. Por eso, cada día,
trenzamos la corona florida que nos ate
a la tierra, a pesar del desaliento,
de la cruel escasez de caracteres nobles,
de los días sombríos, de todos los caminos
oscuros e insalubres que hemos de transitar:
sí, a pesar de todo alguna forma bella
retira la mortaja de nuestro oscuro espíritu:
el sol, la luna, viejos árboles y otros jóvenes,
cuyas ramas ofrecen un regalo de sombra
a las simples ovejas; los narcisos y el mundo
verdecido que habitan; los arroyuelos claros
que son para sí mismos refrescante refugio
en días de calor; los helechos que crecen
en la mitad del bosque, salpicados de bella
rosa mosqueta en flor: y el sino de grandeza
que imaginamos parta los muertos poderosos:
encantadores cuentos que oímos o leímos:
una infinita fuente de aguas inmortales
que cae sobre nosotros desde el borde del cielo.
Trad. Ezequiel Zaidenwerg
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