-No hay remedio- dijo la cerradura-
e hizo desaparecer la puerta.
Dicen que no pasó nada.
No les creas.
Vos prestá atención:
las palabras se mueven
igual que los escarabajos.
Todo lo que nos atrevimos a nombrar
con sus nombres verdaderos
ya no nos pertenece.
No te confíes.
No vayas a creer en la quietud de las palabras.
Pese a mis convicciones,
fui obligada a ignorar el milagro
de haber sabido decir
y haber bailado descalza
sobre una línea en el aire.
Vos que todavía estás a salvo,
estate atento.
Dicen que no hay escarabajos.
Dicen que las palabras no respiran,
no se mueven.
Dicen que no hay puerta.
No les creas.
Me dejaron ciega.
Me dejaron sola de este lado.
Ahora soy dócil como el lomo de un animal.
Dócil, ¿entendés? Dócil.
Pero escucho el ruido de la llave.
De Final francés.
(Fuente: Grata palabra)
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