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Poemas extraídos de Aprender a dormir (audisea., 2017) de John Burnside [Traducción y notas de Daniel Lipara].
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II EL SUSTITUTO
Podía ser raptada sin que jamás me hayan
tocado. Raptada por palabras muertas que
se volvían obscenas, por ideas muertas que se
volvían obsesiones.
D. H. Lawrence
En los campos que hay entre el arroyo de Fulford
y las tierras en barbecho de Benarty,
el niño que fui se perdió y nunca fue encontrado
por los hombres del lugar, que habían prometido traerlo a casa
sano y salvo, antes del primer azul de la noche.
Jamás hubieran dicho
que mi ausencia estaba cerca
de lo exquisito, las camisas vacías
goteando en la soga, la cama angosta lista para dormir
en el rincón de la pequeña habitación, bajo estrellas sinuosas.
Y nadie fingió creer
cuando llegó el rumor sobre mi doble
perfecto en el asiento de atrás de un Austin
Cambridge, todas las golosinas que rechazó
guardadas para la declaración en una bolsa de evidencia.
Si él lo hubiera sabido, podría haberse marchado,
pero es a casa adonde tienen que llevarte
y era perfecto para el altar,
un cuerpo frío como piedra, y en la mirada
el indicio de que lo haría de nuevo;
y aunque no fue un asunto de principios, o no del todo,
no volví por motivos personales,
una sombra en el bosque poniendo trampas
para criaturas extintas hace tiempo, y un dejo apenas
de caramelo o cigarrillos en los dedos.
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II A CHANGELING// How ravished one could be without ever being touched. Ravished by dead words become obscene and dead ideas become obsessions.// D. H. Lawrence// In the fields between Fulford Burn and the fallow/ parish of Benarty,/ the boy I had been went astray, and was never found/ by the men of that place, who had promised to fetch him home/ intact and unharmed, before the first blue of evening.// No one would ever have said/ that my absence was close/ to exquisite, the void shirts/ dripping on the line, the narrow bed turned down/ in the curve of the box-room, under the devious stars// and nobody pretended to believe/ when word came of my perfect/ likeness in the back seat of an Austin/ Cambridge, all the toffees he’d refused/ preserved in a tamper-proof bag for the deposition.// If only he’d known, he could have walked away,/ but home is where they have to take you in/ and he was perfect altar boy/ material, his body cold as stone, and in his eyes,/ a look that said he’d do it all again;// and though it wasn’t all on principle,/ I stayed away for reasons of my own,/ a shadow in the wildwood, laying snares/ for creatures long-extinct, and barely a hint/ of caramel, or Woodbine, on my fingers.
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IV INDELEBLE
Me gustaría mucho que De Hann viese un
estudio mío de una vela encendida y dos
novelas (una amarilla, otra rosa), colocadas
sobre una silla vacía (precisamente la silla de
Gauguin), lienzo de 30, en rojo y verde. Hoy
mismo estuve trabajando en su equivalente, mi
propia silla vacía, una silla blanca y barata con
una pipa y un paquete de tabaco. En ambos
estudios, al igual que en otros, he buscado un
efecto de luz mediante un color claro. De Haan
probablemente comprenderá exactamente lo
que busco, si le lees lo que he escrito al respecto.
Vincent van Gogh. Cartas a Theo,
17 de enero de 1889
Muerta hace cuarenta años, mi madre está cortando un corazón
en la mesa de la cocina.
Llueve en la puerta, aunque pronto va a ser aguanieve
y después, de acá al bosque,
va a nevar.
Los ventanales de esa casa se empañarían
en minutos,
y podríamos haber estado solos todo el fin de semana;
el resto de la ciudad, hasta donde sabemos, abandonada,
sin nada del otro lado del jardín, ni iglesia, ni gente.
Ahora está acá, en mi cocina, cortando un corazón:
un platito con sal cerca del codo, un puñado de harina
esparcida en la mesada, la radio encendida,
ella trabaja igual que siempre, ensimismada,
con el cuchillo de cocina que capta la luz de este mediodía invernal.
Nunca creí en fantasmas y no tengo un especial interés
de ver otra vez a mis muertos
¿pero cómo no aceptar lo que se niega a desvanecerse,
como el borrón de la pintura en que una mano o un bol de porcelana
oculta el pentimento de un pájaro cantor
atado, o esa mancha color amapola
que emerge una vez más
cuando blanqueamos la pared del lavadero?
¿Cómo podría el niño que hay en mí
poner en duda lo que me contaron
del amigo de un amigo de un amigo
que presenció esa luz que nadie podría explicar,
un resplandor sobre el estanque donde, hace décadas,
el hijo del panadero se cayó a través del hielo
en el azul parafina de Año Nuevo, cuando nadie miraba?
Recuerdo ese paseo de domingo
cuando paramos en la niebla súbita, los árboles,
una pausa en la blancura extensa como el cielo,
y ella en aquel vestido verde que tanto le gustaba,
tan vivaz que casi estoy ahí de nuevo
aunque no es el vestido ni ella, simplemente
es el color que me lleva hacia atrás,
el verde que te quiero verde en este mundo que no
cesa, mientras vamos pasando
incesantes, pero siempre
cambiando, verde que te
quiero… Y sólo por un momento quiero
detener su mano y decirle
que ya no comemos corazón, o no
en esta casa; no comemos
hígado, tripas o patas de cerdo hervidas
a fuego lento, durante horas, para extraer
sus jugos, pero cuando giro hacia ella
mi madre ya no está y la silla
está vacía, como el espacio muerto en el bosque
cuando talan un árbol, o para ser más preciso,
la silla en el famoso “lugar vacío” de van Gogh
que pintó al irse Gauguin, la luz de la lámpara de gas
azul en la madera pulida y el cabo de la vela, clarísima
y casi insoportable de tan viva.
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IV INDELIBLE// I should like De Haan to see a study of mine of a lighted candle and two novels (one yellow, the other pink) lying on an empty chair (really Gauguin’s chair), a size 30 canvas, in red and green. I have just been working again today on its pendant, my own empty chair, a white deal chair with a pipe and a tobacco pouch. In these two studies, as in others, I have tried for an effect of light by means of clear colour, probably De Haan would understand exactly what I was trying to get if you read to him what I have written on the subject.// Vincent van Gogh. Letter to Theo, 17th January 1889// Forty years dead, my mother is dicing a heart/ at the kitchen table./ Rain at the door, but soon it will turn to sleet/ and, later, from here to the woods/ there will be snow.// In that house, the windows would cloud/ in minutes,/ and all weekend we could have been alone,/ the rest of the town abandoned, as far as we knew,/ nothing beyond the garden, no church, no people.// Now she is here, in my kitchen, dicing a heart:/ a saucer of salt at her elbow, a handful of flour/ sprinkled across the table, the radio on,/ she works as she always did, absorbed in her task,/ the chef’s-knife catching the light of this winter’s noon.// I have never believed in ghosts, and I’ve no great wish/ to see my dead again,/ but how could I not respect what refuses to fade,/ like the blur in the paint where a hand or a porcelain bowl/ conceals the pentimento of a tethered// songbird, or that poppy-coloured stain/ emerging, once more,/ when we whitewash the scullery wall?/ How could the boy in my shoes quite disbelieve/ what they told me about// the friend of a friend of a friend/ who witnessed a light that nobody could explain,/ a lucency over the pond where, decades ago,/ the baker’s son fell through the ice, in the paraffin blue/ of Hogmanay, when nobody was watching?// I remember us stopping one day, in a sudden fog,/ out for a Sunday walk, the trees/ a held breath in the sky-wide white of it/ and she in that green print dress she loved to wear/ so vivid I am almost there again,// but it isn’t the dress, or her, it’s purely/ the colour that pulls me back,/ the verde que te quiero verde in this world that never/ ceases, while we go on passing through/ as ceaselessly, though always// changing, verde que te/ quiero – and, just for a moment, I want to stay/ her hand and say/ we never eat heart any more, or not/ in this house; we never eat// liver or tripe, or pigs’ trotters simmered for hours/ on low heat to draw/ the juices – but when I turn to where she was,/ my mother is gone and the chair/ is empty, like the dead space in a wood// after a tree is felled, or to be more precise,/ like the chair in the famous van Gogh, the ‘empty place’/ he painted when Gauguin left, the light from the gas lamp/ blue on the polished wood and the stem of a candle,/ perfectly clear and almost too vivid to bear.
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EL CORAZÓN
No temas, corazón, pierde cuidado
que no te he de dejar sin alimento
Aníbal Núñez
Creí que había un cuerpo al que enseñarle a reflejar
el tuyo, mientras tu cuerpo reflejara el mío.
Ahora rechazo ese vestíbulo del Nombre,
el imperio del amor, donde nada se desmorona
salvo la pena misma.
Anillos de harina rodean la cama y por ahora
no se metió ningún intruso sigiloso
por el jardín de ruscos.
Decían que, de chica,
te fascinaba
Lázaro: en su beso, una dulzura
tan farmacéutica que podría haberla recetado
la Muerte misma;
pero yo, durante todo ese tiempo, volvía a casa bajo la lluvia
de ver películas de terror
y las primeras cacerías
en donde Reynardine desciende, confundido
por el amor y la piedad, con la promesa de la caza
suspendida, hasta que el pequeño sendero del bosque
parece más iluminado, el olor
a hojas quemadas evoca más que antes
el refugio,
y ya no más que alimentar, o de alimento,
tan sólo la instantánea gastada de tu rostro
envejecido, excepto por la boca, donde algo vivo
persiste, aunque tan frío y frágil como el hielo.
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THE HEART// No temas, corazón, pierde cuidado/ que no te he de dejar sin alimento// Aníbal Núñez// I thought there was a body I could learn/ to echo yours, as yours would echo mine.// Now I refuse that anteroom of Noun,/ love’s empery, where nothing comes to grief,// but grief itself./ Circles of flour round the bed and still// no silk intruder, come in from the green/ of butcher’s broom.// They say that, as a child,/ you had a thing// for Lazarus: the sweetness in his kiss/ so pharmaceutical, it might have been prescribed// by Death herself;/ but all that time, I walked home in the rain// from horror films/ and early hunting scenes// where Reynardine goes down, confused by love/ and pity, all the promise of the kill// suspended, till the thin path through the woods/ seems brighter than it did, the smell// of leaf smoke more like refuge/ than it seemed,// and nothing else to feed, or feed upon,/ only a washed-out snapshot of your face,// gone grey, but for the mouth, where something live/ persists, be it so cold, and frail as ice.
(Fuente: Jámpster)
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