Aquí,
a mis pies,
una pierna;
a dos pasos
el cuerpo
de plástico blanco.
King Kong:
las manos
parecen sostener
el vacío
y moldearlo,
reteniendo la calidez
y el miedo
de la chica rubia
y su boca tierna
que no está.
Quizás haya quedado
de boca o espaldas
en el basural,
su vestido claro
en desgano,
entre esa bolsa desfondada
con cacas de perro,
forros y ejemplares
del Financial Times.
La siesta calcina,
los perros y chimangos
dan cuenta del triperío
de pollos o conejos
mientras el sol
tímido y suspicaz
hace mutis tras los cerros
y las falsas bendiciones
de un año próspero.
- Inédito-
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