Las constelaciones oscuras.
7 poemas (inéditos)
Gravedad
Adentro de un abismo siempre hay otro.
Y si no hay diferencia habrá distancia.
Roberto Juarroz
Para llegar al principio de todo
se necesita gravedad,
un agujero acústico desmadejado
con la lentitud del caracol.
Para llegar al principio de todo
se necesita olvidar
que el tiempo empuja los cuerpos
hacia abajo,
hacia un conducto del que no se conoce
su complexión ni la certeza del fondo.
Flojas en el aire
caen texturas silenciosas de carne,
restos de cristal
que voy triturando en las alturas
donde no se conoce el sudor
de los mamíferos.
Flojas en la luz
caen piedras preciosas,
llamadas
−cuajos−
de un nervio llamado resplandor.
Caída libre
No conozco la dimensión que me sostiene
ni su física aerodinámica.
Me he dejado ir sin paracaídas,
sin nombre y propulsión.
Por este brazo de la Vía Láctea
transito el territorio del cristal,
de la geometría incomprensible,
de las constelaciones oscuras.
Cuántas preguntas por hacer a las formas hechas,
al hexágono,
al triángulo,
a los desiertos ondulados y a los libros finitos.
Cuando indago por el nombre de las cosas,
se abre el espanto,
se oye un trueno,
se oye otro,
se desprenden rocas:
un rayo bien puede ser el pulso de Dios
cuando el verso ladra.
Electrovibración
Take silence and try to be silent.
Take words and try to speak.
Beyond language, language is a wound
from which the world flows and flows.
Amir Or
Al despertar, el sonido del primer canto
poseía varias capas,
martilleaba contra la pared del aire y el tímpano
se hacía estrecho en cada eco,
pero alcancé a acariciar
las esdrújulas consteladas.
Resbalando
vi cómo incidía en la cúpula cada masa de carne magnética,
zumbaba el ruido,
se replegaba musculoso como un enjambre
expulsando colores y trucos de invierno,
crujían las gemas arriba:
la aurora se acercaba trayendo en su cabellera
diminutos gusanos de luz
Pre(poética)
Ahora camino sobre una superficie de papel,
descalza palpo su carne transparente
dúctil celulosa que en otro tiempo
fuera un bosque para sí mismo.
Sobre mi cabeza cae una tormenta de raíces,
negros lexemas que levantarán la arquitectura
de otro universo.
En la interzona de los sentidos
ruedo por la pendiente hasta llegar al filo,
al fondo donde se recorta la página
como una hoja de metal
y entonces comprendo una verdad:
no seré ave,
no seré pez,
nunca seré elefante,
en la interzona de los sentidos
aprenderé primero a ser luciérnaga
en el idioma de los lampíridos.
Percepción
Fosforece la forma del silencio
y le devuelvo la mirada.
Ante él se descubren todos los objetos antiguos
que presentía en la niñez,
como el tiempo, los gerundios y las cosas.
En la revelación más imprecisa
cada coma encuentra su lugar,
cada punto se sabe exacto,
cada línea esconde una verdad.
La tinta nace en el dedo y se expande
con la claridad de un astro
hacia el nacimiento
del texto encarnado.
Si soplas una vela, se hace el día,
si soplas una vela, cae la noche:
es una sola flama la que teje el mundo.
Relampagueo
Es la hora de los coleópteros
un silbido continuo,
el tiempo pasa de prisa y
alrededor, el microcosmos de los juncos
se enciende.
Es la hora de las luciérnagas,
vomito palabras
que no comprenden los arácnidos
ni los anfibios.
Abro la mandíbula y extraigo
fango,
semillas,
un par de antenas,
adjetivos viscosos,
un hilo vegetal
que estiro y no acaba.
Metamorfosis
Los órficos insectos seabruman
y las luciérnagas fuman;
cuando lucen los silfos galones.
José María Eguren
Tendida sobre la medianoche
abandono las antiguas formas de mi cuerpo,
me encaramo en el nuevo esqueleto,
ajusto las alas y el abdomen lumínico:
otro cuerpo es posible.
Mudar los tejidos
puede también ser dulce,
si la muerte es un bucle temporal
por donde todo se renombra.
La flor del Verbo brinca
abierta
en su preñez.
(Fuente: Vallejo & company)
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