ESPERANDO EL REINADO DE LA ESPIGA
Para Antonio R. Almanza y Miguel Ángel García Argüez,
por su dolor, por su confianza.
En la puerta de un bar,
dos freseros juegan al fútbol con un fajo de un millón de pesetas.
En la calle,
romeros de la Hermandad de Emigrantes de Huelva
se cruzan con una concentración de magrebíes pidiendo papeles.
Desde los caballos,
el tiempo les devuelve a los hijos
el pasado de sus padres.
-Una buena paliza y pa Marruecos,
y carga, obediente a los cristianos, la policía.
Charcos de sangre y bosta de caballo sobre los adoquines.
Más allá,
una bala atraviesa el pulmón de un compañero
que pide, a pedradas, justicia para los pobres.
En el campo,
un tipo golpea con un mazo a un cerdo en la cabeza.
En una zanja próxima, aún vivos, aturdidos, malheridos,
hinchan sus narices buscando oxígeno, escupiendo tierra.
Sus grandes, sus humanos ojos avistando
el reflejo absurdo de un hombre en su cristalino.
Tras el muro, un enfermo mental se sube a una azotea
y mata 180 semejantes. Después,
una sociedad enferma lo ejecuta por televisión
y con retraso por las cosas del directo.
Por todas partes cortes, heridas, cicatrices.
Antonio, para otra misión más hermosa
imaginé siempre nuestro destino sobre la tierra,
pero
parece que el mundo entero esté de cacería.
En Esperar sentado. Ed. Ruleta rusa, 2017
(Fuente: Voces del extremo)
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