Notas para una ficción suprema
IV / Traducción de Javier Marías
La primera idea no fue nuestra. Adán
en el Edén fue el padre de Descartes
y Eva hizo del aire el espejo de sí misma,
de sus hijos y sus hijas. Se encontraron
en el cielo como en un cristal; una segunda tierra;
y en la tierra misma encontraron un prado:
los habitantes de un muy pulido prado.
Pero la primera idea no fue dar forma a las nubes
en imitación. Las nubes nos precedieron.
Había un centro de barro antes de que alentáramos.
Había un mito antes de que el mito empezara,
venerable y articulado y completo.
De esto surge el poema: que vivimos en un lugar
que no es el nuestro y, mucho más, no nosotros
y duro es pese a los días blasonados.
Nosotros somos los imitadores. Las nubes son pedagogos.
El aire no es un espejo sino tabla rasa,
bastidores claroscuros, trágico claroscuro
y cómico color de la rosa, y en él
instrumentos abismales emiten sonidos como señales
de los amplios significados que les añadimos.
1942
(Fuente: Descontexto)
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