Porno
En otras circunstancias, me hubiera enamorado de ella.
Tenía una mezcla de beldad francesa
con cierta hermosura oriental de indefinible origen.
La esbeltez de su cuerpo, su rostro y la gracia de su andar
convertían en horribles a las mujeres que hasta ese momento había conocido.
Su encanto persiste y hace de la belleza física
una pregunta cruel. Por momentos, la más cruel de las preguntas.
Desearla, con los otros tipos. Todos:
aquellos que se exhibían en la peli haciéndole cosas frente a mí
y los demás que conmigo la contemplaban, rechinando en sus asientos:
ancianos aferrados a sus deseos últimos;
maricas franeleando;
negros que migraron a Tel Aviv para blanquearse los destinos
y cuya temerosa extranjería aun en la oscuridad se revelaba;
trabajadores árabes: migrantes, sucios, pobres,
masturbándose en los rincones con una pasión desesperada,
ávidos de expulsar al invasor sionista;
silenciosos, púdicos vietnamitas de los restaurantes
y otros - anónimos en las pesadas sombras
atravesadas por un rayo tembloroso
que transportaba a la pantalla su disfrutable imagen,
el eco luminoso de su hipotética existencia.
¿Acaso desearla junto a aquellos todos
era como encontrar en el infierno a Eurídice
paseando pura y blanca y eran sus labios carmín y fresa
en las voraces nieblas del país de la muerte?
Éste es un símil banal: sólo halaga al poeta,
que se pretende así equiparable a Orfeo.
Desearla junto a aquellos todos
era como encontrar, en una playa abandonada,
entre asfaltos y latas de bebidas,
entre algas y vellocinos -
una perla perfecta.
***
Fuente: De_canta_sión
Traducción: Gerardo Lewin
Imagen en The poetry Mardechai Goldman
(Fuente: El Poeta Ocasional)
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