El triunfo de la estupidez
Damas, que de mis atenciones gozan
Si consideran mis méritos minúsculos
descoloridos, alambicados,
grandilocuentes, de mal gusto, vanos,
Monótonos, rabiosos, estreñidos,
Galimatías infecundos
Y amanerados, quizá imitados,
Por Dios, métanselos por el culo.
Damas, que juzgan mis intenciones ridículas
Raras insípidas torpes obtusas
Pomposas, engreídas, ineptas, minuciosas,
Fofas como el centro de un brioche crudo,
Versículos que flotan con debilidad versiculosa
Intentos tenues, a veces burdos
de alcanzar una emoción carambanosa,
Por Dios, métanselas por el culo.
Damas, que ven en mí un gritón innecesario
Actor paupérrimo, tan afable y ruidoso
Que tal vez la gente grite “es muy fingido para nosotros”—
Niño inexperto, juguetes nuevos e imaginarios
Leones carnívoros, cañones incendiarios
Motores vaporosos—todo esto va a pasar;
Cuán inocente—“quiere ponernos a temblar.”
Por Dios, métanselo por el culo.
Y cuando usted recorra con pie de plata
Las Teorías en el jardín desperdigadas
Llévese todo, también mis buenas intenciones
Y, por amor a Dios, métaselas por el culo.
Traducción por Carlos Llaza.
(Fuente: El hombre aproximativo)
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