Salmo 25
Llegaron las lluvias,
llegaron con su nombre de
risa y su cara de perro,
con la derrota enunciativa y
un caracol en las manos,
con los ojos heridos,
con la expresión doliente de
un herido de sed.
(La policía entró en la casa
de cada uno de los pobres de mi barrio, entró en mi habitación, revolvió el
frigorífico, tomó al asalto el sofá, cerró uno a uno todos mis cuadernos.)
Dijeron no sé ya, tal vez
dijeron algo,
disculpenos la lluvia nos
moja el uniforme,
hacía frío aparte la mirada
déje abierta la casa
deja ya de mirar no mires más
imbécil,
tal vez dijeron algo en una
lengua oculta,
se fueron sin romper mi
corazón cobarde..
(En mi casa la lluvia entraba
como una herida abierta, en mi casa la sangre huele a jabón de niño, en mi casa
hay un pecho empalado a una boca, hay una herida abierta parecida a una boca,
en mi casa no se oye gritar ni al desaliento, en mi casa la espera tiene nombre
de cuna.)
La lluvia ya no moja el suelo
de esta casa.
(Fuente: Poesía de El Toro de Barro)
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