miércoles, 18 de diciembre de 2019

Juan José Rodinás (Ecuador)


Canción de los niños zombis que recorren el campo

 

1
Los niños de ojos negros
los niños deformes,
pero los niños de piel oscura
y los niños lisiados,
pero los niños de segunda mano
como niños tontos
y
como niños expulsados
sobre la tierra muerta.



2
El paisaje me dice:
No, Juan, tú eres un hombre viejo
y no cantas.
Solamente los niños cantan:
tú eres un pulpo negro
sobre los ojos de algún niño sin manos.
Has llorado, Juan, en los caballos que crecen
y corren desde tu corazón
hacia tu corazón sin manos.
Crecen las noches de las estrellas,
siguen las galaxias,
los dedos de niños enterrados.
Crecen las galaxias en los senos negros
de las muchachas diminutas.
¿Para qué corres tanto?
Una palabra pequeña/
es suficiente/
respira suficiente/
en el cielo/
máquina de no sentir/
máquina inerte.


3
La habitación me dice:
1. Niño sin manos, ¿dónde están tus muertos?
2. Bienvenida, estrella: solo los días nos esperan, las dagas enterradas en la nieve sentida. Las manos bocabajo en la nieve de los ojos perdidos, lastimados. Un niño con una escafandra se sumerge en un mar negro y pesca pequeños hipocampos ligeramente eléctricos. Así tu corazón-cabeza. ¿Cómo negarte el derecho a morir si estás tan lejos?
3. El llanto no recibe del mundo las preguntas. Arriba de las cosas los caballos mueren.
4. Yo hería lo que siente. Árboles sin mí, árboles que hablaban sentimiento: jamás una pizca de lógica en las hojas que te reciben por el aire.
5. Yo hería las rosas virales, las rosas de la multiplicación hería. Yo jamás te sentí. Piedras en reposo que hablan un idioma sin gente. Qué hablan que no hay gente.


4
Un caballito levemente lisiado camina por un desierto de hielo y un esquimal lo señala. Nada ocurre después. Solo esa escena: ese paraje inmenso y esa desolación. ¿Sabes, niño, dónde queda ese pueblo? Un lugar donde todo está hecho de lenguajes y números. No hay sentimientos. Hay orden y simetría. Las cosas funcionan dentro de las cosas. La vida existe sin la vida. ¿Sabes, niño, de qué te morirás? Cáncer, diabetes. Observando mis huesos sobre una imagen de niños enterrados donde juegan los topos a esconderse.


5
No sé resolver esto:
el fuego crece
para no sé decir
quién me amó
no me amó en realidad.
Así me preguntaba,
para no sé decir
“piénsalo
una muchacha no me amó
y no sé decirlo”.
Una muchacha dijo
el cielo es lo que tú no eres.
Y no sé darle la vuelta a los paisajes
donde los fuegos artificiales comunican
el vacío de todas las cosas de la tierra.
La ignorancia que necesito para creer en alguien.
El lenguaje solo señala
que se vacían las jarras
y que, sin embargo, puedo beber de ellas.
Nada comunica nadie
pero nunca volveré
al sueño de las estrellas,
eran pesadillas,
estrellas sueñan
el sueño del sueño que volvía,
era
y
volvía
otra vez a explicar el vacío
donde la gente caminaba sola:
mi mente volverá,
mariposa de alambre,
a posarse
en las ruinas
de las cosas
pobres,
de las cosas
inexplicables.




(Fuente: El hombre aproximativo)


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