Nada
Nada como el amor para devolverle
la sangre al lenguaje,
la diferencia entre la playa y sus
distintas piedras y vidrios rotos, un duro
alfabeto cuneiforme, la delicada cursiva
de las olas; espinas y huevas líquidas, desierto
y marisma, verde que vuelve de un salto
de la muerte. Las vocales carnosas
otra vez como labios o dedos arrugados, y los dedos
juegan con las piedritas reblandecidas
como se juega con la piel. El cielo
no está vacío y allá lejos, sino que lo tenés
acá nomás, contra los ojos, derretido, tan cerca
que le sentís el gusto. Tiene gusto a
sal. Lo que te toca es lo que vos tocás.
Traducción de Enrique Zaidenwerg.
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