¡QUE SIGA LA COPA!
¡QUE SIGA LA COPA!
¡Oh escanciadora, haz que la copa siga la rueda y llegue a mis manos!
El perfume que el viento de Saba liberar quiere de aquel bucle,
la onda almizclada de su lazo, ¡qué hervor en el corazón infunde!
La noche oscura y el miedo de la ola y el remolino pavoroso...
¿Cómo saben los ligeros de carga de la costa nuestra suerte y modo?
Do mora el Alma de las almas,(1) no es seguro para mí el recreo,
en tanto, sin cesar, la campanilla clama: preparad las literas del camello.
Si el mago anciano lo aconseja, la alfombra de oración tiñe con vino,
que el que sigue la vía no ignora las costumbres de las etapas ni el camino.
Por egoísmo, toda mi obra alcanzó mala fama en el extremo último.
¿Cuándo el secreto que convoca tertulias, puede quedar oculto?
Si una presencia ansias, Hafez, no ausentes tu persona:
cuando la vista alcances del que anhelas, el mundo deja y abandona.
(Fuente: Vito Sureño Larco)
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