POEMA QUE SE DESGARRA
EN EL CUERPO DE UNA MUJER
Caminé descalza por las piedras,
ya no podía arrepentirme de nada,
sólo perdonarme por ser débil,
por callar, otra vez, otro día.
Levantar uno dos tres cadáveres,
ir a la casita azul de mi memoria
y enterrarlos con las uñas, con las tripas,
sedienta una vez más.
Volver como si estuviera aprendiendo
a contar con los dedos,
sin entender qué pasaba,
por qué tantos cuerpos de mujeres
como el mío bajo mis pies,
por qué tanta rabia
hincando las piernas en la tierra.
Agotado el espacio de mi alma,
de mis manos, pierdo la fuerza
para escarbar entre la sangre
que enferma el agua y al ciervo.
No hay lirios en mi interior;
solo esta fatiga de la carne
tornasolada bajo las moscas.
La brutalidad de un río
arrastra nuestras palabras.
Aún sin comprender lloro
con más voces de las que tengo.
Las edades intactas en mi espíritu
marcan el tiempo de la ceniza.
Sin pasos sin nombre sin rostro:
yo misma y cada una de ellas.
(Del libro Yo vengo a Ofrecer mi poema)
Fuente: Jazmín Piedrahíta
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