Canto XII, fragmento
Canto XII, fragmento
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Jim X…
en una junta de banqueros
harto de sus mezquinos lamentos,
Harto de su puta afectación
y de los orillitos blancos
Que lucían en el borde del chaleco
Para aparentar que llevaban puestos dos,
Les contó el Cuento del Marinero Honrado.
Harto de su decoro protocolar,
ahí sentaditos, esos jerárquicos presbiterianos.
Directores de interpósitas empresas fantasmas,
Diáconos de sus iglesias, dueños de sórdidos inquilinatos,
Alias usureros in excelcis,
la quintaesencia esencial de los usureros,
Traficantes del mercado laboral, lloriqueando por su 20 %,
y por los tiempos difíciles,
Y la caída de los valores brasileños
(valores S. A.),
Y la típica inseguridad de cualquier inversión,
Salvo la inversión en nuevos edificios bancarios
generadores de más edificios bancarios,
Y poco propensos a facilitar la distribución.
Harto de verles las boquitas neuróticas
chupando la punta de sus cigarros,
Dijo entonces Jim X…:
Érase una vez un pobre marinero honrado, muy bebedor,
Pendenciero, grosero y borracho,
Y por el trago acabó en el hospital,
Y lo operaron, y había una pobre puta en
El pabellón de mujeres, que tuvo un hijo mientras
Lo terminaban de coser al marinero, y le llevaron al crío,
y cuando despertó le dijeron;
«Esto es lo que tenías dentro».
Y el marinero se lo quedó mirando, y después se mejoró,
Y cuando salió del hospital, dejó el trago,
Y cuando se recuperó bastante
se alistó en otro barco
Y empezó a ahorrar su jornal,
y siguió ahorrando el jornal,
Y se compró una cuota parte del barco,
y llegó a ser dueño de medio barco,
Después un barco entero,
y con el tiempo, toda una empresa naviera;
Y le proporcionó una educación al chico,
y cuando el chico estaba en la universidad,
El viejo marinero se enfermó otra vez,
los médicos le dijeron que se estaba muriendo,
Y el muchacho acudió a su lecho de muerte,
y el viejo marinero le dijo:
«Hijo, siento mucho tener que dejarte,
»todavía eres muy joven,
te dejo res-pon-sa-bi-lidades
»Ojalá hubiese podido aguantar hasta que fueras mayor,
»Más capacitado para manejar el negocio».
«Pero, padre,
»No hables de mí, que yo estoy bien,
en cambio tú, padre…».
«Justamente, hijo, tú lo has dicho,
»Me llamaste tu padre pero no lo soy.
»No soy tu viejo, no.
»No soy tu padre sino tu madre», declaró.
«Tu padre fue un rico comerciante de Estambul».
Traducción de Jan de Jager
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