jueves, 18 de noviembre de 2021

Chantal Maillard (Bruselas, Bélgica, 1951)

 

/ cuatro poemas











No pondrás nombre al fuego




No medirás la llama
con palabras dictadas por la tribu,
no pondrás nombre al fuego,
no medirás su alcance.
Todas las llamas son el mismo fuego.
Mi cuerpo es una antorcha que alumbra los espantos
que la razón constituye en sus tinieblas.
Hay que mirar al cuerpo, muy adentro,
tocar el centro ardiente, abrirlo y propagar
el gozo de la lava.
No importa en qué caderas,
en qué pecho resbale,
no importa la estatura, el sexo o la materia
pues todos caminamos sobre la misma pira.
No medirás la llama con palabras que encubren
los viejos sentimientos de los hombres.

~
 
 


Deseé alguna vez que un poeta me amase


Ahora duelen sus poemas en mi cuerpo‚
algo de mí que en él se reconoce hasta quebrar la imagen
de todo lo que fui.
Ahora deseo que me amase tanto que dejara de amarme
y sus palabras fuesen nieve
que el sol de junio fundiese entre mis pechos‚
allí donde su aliento insiste en acallar
esta tristeza antigua que siempre me acompaña.

~

Y sin embargo un punto
no es un simple punto es una
encrucijada
donde otros círculos convergen y
confundiendo su elipse emprenden otro
rumbo.

La personal historia que narramos
y que nos enorgullece o avergüenza
es simple resonancia de un combate
que no tiene adversario
ni otra finalidad que alimentar

el círculo del hambre.

El yo inventa sus fantasmas
y los dioses aplauden
al necio que se crece en sus imágenes
y ruega por su vida:

la rueda se refuerza con las súplicas.

Nada es permanente.
Los pueblos se desgastan al igual
que los cuerpos celestes.

En este universo
no hay ley que no se aplique
de idéntica manera
arriba como abajo.

Nuestros átomos — astros — corpúsculos —
coinciden un instante —una vida—
y en su afán por ser otro
al punto se disgregan.

Historia
mundo
yo

        :
        estruendo de gorriones
        compartiendo cobijo al final de la tarde

        voces en fuga filamentos
        de estrellas moribundas

                gotas de agua que al caer
                sobre el yunque del tiempo
                se evaporan.

~
 

Oídme.                Hablo
de cosas muy concretas.
Hace tiempo me atrajo la eufonía
confortante de las palabras         su
cadencia y el brillo
impertinente del espíritu ─ ¿espíritu? ─
en la cuerda floja de la nada.
Fui de aquéllos.
Fortalecí el ansia de saber porque el yo
se refuerza sabiendo y
quería ser más.
Pero al fin sigue siendo nada
El yo bajo el decir.
Os hablo de cosas muy concretas.
Quien habla es lo de menos.

***
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

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