La historia del pene y aledaños a través de los siglos y los años
[Orígenes]
Vencido Adán por femeninas tretas
a Eva preguntó: ¿Por dónde orinas?
Repuso ella, cogiéndose las tetas:
Yo me aguanto las ganas, ¿tú qué opinas?
Se presume que fue, de esta manera,
como el mundo llegó a la berraquera.
Y la herencia que de Eva se recibe
en los próximos versos se describe.
La Biblia en sus libros iniciales
poco habla de las partes genitales.
Pero se dice, con saber rotundo,
que el tórtolo es el eje de este mundo.
Dicen que el malparido de Caín
mató a un equino y le arrancó el tomín.
Y, blandiendo tal arma con la mano,
a tortolazos liquidó a su hermano.
Y el Arcángel Gabriel caparlo quiso
más Caín escapó del paraíso
y refieren que errante y vagabundo
fue en eso de tirar el más profundo.
Se cuenta que en el Arca de Noé
tiraban acostados y de pie
y que en medio de tanta confusión
hasta la pulga tuvo menstruación
y que gozaban allí los animales
frotándose las partes genitales.
Noe, borracho que en la historia asoma,
tuvo fe inquebrantable en la “paloma”
y disponía de un servil copero
que usa ya bigote minetero.
Nos dice Babilonia la indiscreta
que Sansón se acabó por la bragueta
y que Dalila en memorable juerga
le peluqueó los pelos de la verga.
Dicen que Malaquías, el Profeta,
fue el primero en batirse la puñeta
y que Moisés, atravesando el Nilo,
se lo dejó mamar de un cocodrilo.
Diéronle a Sansón, ciencia infinita,
los dulces polvos de la Sulamita
y quiso, corrompido tan feroz,
clavar a un niño y dividirlo en dos.
Cuentan que David cuando cantaba
con las manos el pene se agarraba
y que a Goliat, después de varias pruebas,
le asestó un caucherazo por las guevas.
el impúdico pueblo de Gomorra
fue común el marica y la machorra
y allí nació al conjuro de la magia
la pacífica y dulce blenorragia.
Otros muestran la chocha de Popea
como origen de toda gonorrea,
y que su hijo Nerón por todos lados
infectó de este mal a sus soldados.
[Personajes]
Cleopatra y Marco Antonio en las galeras
tiraban de todas las maneras.
En tanto Julio César solo pudo
masturbarse en el baño, por cornudo.
Sócrates predicaba el onanismo
con la frase: “Conócete a ti mismo”.
Sin embargo, el singular Platón
a Sócrates llamaba de guevón.
San Francisco de Asís, varón tan sano,
al “pájaro” llamaba fiel hermano,
San Luis Gonzaga desde pequeñuelo
mostraba ya inclinaciones de pajuelo.
Aquello de meterlo por delante
lo inventó Genoveva de Brabante.
Aquello de meterlo por la cola,
lo inventó san Ignacio de Loyola.
Tenía tan largo el pene Carlos Quinto
que lo llevaba como espada al cinto.
Y cuando iba a cazar a la montaña,
montaba en él su tienda de campaña.
Don Felipe Segundo, rey impuro,
introdujo en Europa el chancro duro,
pero ya desde tiempos de Hildebrando
se llevaba con lujo el chancro blando.
Y así, la Inquisición, con mano dura,
resolvió establecer la capadura
que consiste en dejar las vergas solas
sin la presencia augusta de las bolas.
César Borgia en sus locos desenfrenos
agarraba a Lucrecia por los senos,
y si ésta protestaba, con brutal cinismo,
sacaba el pene y la clavaba ahí mismo.
Carlos Marx en sus libros sostenía
que la paja es cuestión de economía,
y otros dicen que el cálido caudillo
simbolizó la verga en un martillo.
Y siempre, por político recelo,
lo llevaba parado Maquiavelo
y la orquitis que es mal tan indiscreto
lo produjo en la historia Luis Capeto.
Gargantúa tan largo lo tenía
que con la punta el sol oscurecía
y colosales eran sus tamaños
pues en su culo colgaban los armaños.
No obstante la púdica sonrisa
el pingo le gustaba a Monalisa
en tanto, la sin par María Antonieta,
prefería la lengua en la galleta.
El ilustre Jacinto Benavente
gozaba con ponérselo al sirviente
a la vez que a su mujer, Quevedo,
le sacaba la piedra con el dedo.
Federico Chopin, con útil fin,
se acabó por el abuso del tomín.
Se cuenta también que el conde Ciano
le tiraba a su suegro por el ano.
Al tan famoso conde Galatea
le prendieron la horrible gonorrea
y al sentirse con mal tan puerco sucio
sacó la espada y se cortó el prepucio.
[Francia]
En Francia con pasión y con denuedo
las bellas damas se metían el dedo,
y esto determinó que en los salones
empezaran a usarse los condones.
Y que el pene se untara con saliva
como única medida preventiva
que aparece más tarde reemplazada
por pura vaselina boricada.
Entre las cortesanas fue Friné
la primera en gustarle la miné
porque un amante que su gloria mengua
era de la “academia de la Lengua”.
[Usos]
En épocas de bárbaras naciones
se usaban hasta el suelo los cojones.
En cambio, en la edad de las cavernas
los cojones llevábanse a las piernas.
Los visigodos, pueblo muy sencillo,
los usaban tan solo hasta el tobillo
y los fenicios, pueblo navegante,
inventaron la verga circulante.
Los troyanos, pueblo muy guerrero,
llevaban el escroto de sombrero,
y los caldeos, por demás soldados,
implantaron las turmas a los lados.
Los egipcios, con mucho disimulo,
las llevaban tenidas en el culo,
mas los judíos, con valor notorio,
lograron implantar el suspensorio.
[Indias Occidentales]
El altivo señor Quemuenchatocha
agarraba a las indias por la chocha
y dispuso el cacique con acierto
seguir tirando hasta después de muerto.
Se cuenta que el cacique Nemequene
azotaba a las indias con el pene.
Y también Belalcázar y Quezada
clavaban a las indias en manada.
Refieren que el ilustre Sabio Caldas
flora encontró bajo las faldas.
Vino luego el gusto del trasero
con el Virrey Antonio Caballero.
Simón Bolívar, genio consagrado,
fundó la orden de “El Cojón Rayado”.
Y sin descanso ejecutó Nariño
los “Derechos del Hombre” desde niño.
Más tarde triunfó la berraquera
con el uso que al pingo dio Mosquera
quien confiscó a los padres jesuitas
doscientas veintitrés casas de citas.
Así explicase con rudo castellano
todo el origen del linaje humano,
lo que quiere decir sin más disputas
que en el mundo hay muchos hijueputas.
En rudo castellano
Por allá en los años sesenta, un montón de intelectuales medio borrachos y medio inspirados comenzaron a soltar seguidillas de versos obscenos en algún café del centro de Bogotá. El arranque espontáneo se convirtió en un ejercicio habitual: se pasaban la pelota y entre todos iban armando los poemas que conformarían La historia del pene y aledaños a través de los siglos y los años.
Poco más que conjeturas es lo que se sabe de ese libro inédito. Así lo hicimos saber hace un par de ediciones cuando publicamos dos poemas que se atribuyen a uno de los contertulios, Arturo Camacho Ramírez. También en ese número anotábamos algunas especulaciones sobre los implicados en los poemas y pedíamos ayuda a cualquier fuente amiga para completar la historia.
Pues bien, por medio de cartas de nuestros lectores hemos podido confirmar que, a pesar de la opinión de algunos contradictores, los versos publicados anteriormente en efecto pertenecen al poeta tolimense Camacho Ramírez. Ahora, también respondiendo a nuestro llamado, hemos recibido por mail un par de chismes adicionales sobre aquellas tertulias y, sin mayores señas para seguirles el rastro, estos cinco poemas rescatados del presunto libro.
Lo poco que sabemos del remitente, León Darío Cadavid, es que leyó los “Dos poemas procaces” en la edición 98 de El Malpensante, que eso le recordó unos papeles que tenía guardados desde hace casi cuarenta años, que para esos días estudiaba en el Liceo Antioqueño de Medellín, que desde entonces siente una extraña predilección por coleccionar “este tipo de poemas” (¿rarezas anónimas o procacidades exquisitas?), y que tampoco él sabe el nombre del autor o de los autores.
Le agradecemos por haber compartido este material con nosotros y abrimos de nuevo nuestra curiosidad, esperando que cualquier nueva versión, lírica obscena o chisme al respecto nos llegue al correo editorial@elmalpensante.com o que la comenten aquí en la página web. Tampoco nos molestaría seguirle el rastro a León, pero esa es otra historia.
(Fuente. El Malpensante)
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