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Diluvio
Espaciosa sala de baile
alma y cerebro
dos orquestas, dos,
baile de trajes,
las palabras iban entrando,
las vocales daban el brazo a las consonantes.
Señoritas acompañadas de caballeros
y tenían trajes de la Edad Media
y de muchísimo antes
y ladrillos cuneiformes
papiros, tablas,
gama, delta, ómicron,
peplos, vestes, togas, armaduras,
y las pieles bárbaras sobre las pieles ásperas
y el gran manto morado de la cuaresma
y el color de infierno de la vestidura de Dante
y todo el alfalfar Castellano,
las pelucas de muchas Julietas rubias
las cabezas de Iokanaanes y Marías Antonietas
sin corazón ni vientre
y el Príncipe Esplendor
vestido con briznas de brisa
y una princesa monosilábica
que no era ciertamente Madame Butterfly
y un negro elástico de goma
con ojos blancos como incrustaciones de marfil.
Danzaban todos en mí
cogidos de las manos frías
en un antiguo perfume apagado
tenían todos trajes diversos
y distintas fechas
y hablaban lenguas diferentes.
Y yo lloré inconsolablemente
porque en mi gran sala de baile
estaban todas las vidas
de todos los rumbos
bailando la danza de todos los siglos
y era, sin embargo, tan triste
esta mascarada!
Entonces prendí fuego a mi corazón
y las vocales y las consonantes
flamearon un segundo su penacho
y era lástima ver el turbante del gran Visir
tronar los rubíes como castañas
y aquellos preciosos trajes Watteau
y todo el estrado Queen Victoria
de damas con altos peinados.
También debo decir
que se incendiaron todas las monjas
B.C. y C.O.D.
y que muchos héroes esperaron
estoicamente la muerte
y otros bebían sus sortijas envenenadas.
Y duró mucho el incendio
mas vi al fin en mi corazón únicamente
el confeti de todas las cenizas
y al removerlo
encontré
una criatura sin nombre
enteramente, enteramente desnuda,
sin edad, muda, eterna,
y ¡oh! nunca, nunca sabrá que existen las parras
y las manzanas se han trasladado a California
y ella no sabrá nunca que hay trenes!
Se ha clausurado mi sala de baile
mi corazón no tiene ya la música de todas
las playas
de hoy más tendrá el silencio de todos los siglos.
Salvador Novo López (Ciudad de México, 1904-1974) fue hijo del español emigrado Andrés Novo Blanco y de la zacatecana Amelia López Espino, quien formaba parte de una numerosa familia de perfil matriarcal instalada en la Ciudad de México. Entre sus obras más importantes se encuentran: Nueva grandeza mexicana, Nuevo amor, La estatua de sal, En defensa de lo usado, Return ticket, Los diálogos y la serie de crónicas periodísticas reunidas –en la actualidad– bajo la denominación general de La vida en México en el periodo presidencial de… que abarca desde el sexenio de Lázaro Cárdenas hasta la primera mitad del sexenio de Luis Echeverría. Se desempeñó como poeta, dramaturgo, ensayista, crítico cultural, cronista, traductor, autobiógrafo, director teatral, publicista y funcionario público del área cultural. Es autor de una vastísima obra que no puede considerarse críticamente con el mismo rasero debido a su variedad genérica y –por lo tanto– temática, a la diferencia cualitativa y cuantitativa de la misma, y a la constante intermitencia extratextual que su figura pública-privada –señaladamente su abierta condición homosexual– ocasiona en el ámbito cultural y en particular en los estudios literarios, todo lo cual ha dificultado su estudio y valoración.
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Extraído de Fundación para las Letras Mexicanas A.C |Buenos Aires Poetry, 2021
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