lunes, 15 de noviembre de 2021

Daniel Quintero (Buenos Aires, 1959)

 

Festín desnudo

El almuerzo desnudo
Naked lunch
William Burroughs
 
 
 
Hoy me comí un poeta,
lo deglutí con suavidad
teniendo en cuenta que alguna vez
fue mi hermano,
transmití desde mis muelas
una ternura pocas veces masticada.
Hoy me comí un poeta,
sabía a piel quemada
su corazón perforado,
su sangre corrió cruda
por mi pecho,
mastiqué, mastiqué
no me importaron sus gritos,
sembré en su carne
mi odio malgastado.
Hoy me comí un poeta,
sabiendo de sus voces
le tapé la boca
con una piedra,
le comí los ojos,
lo traje de la calle
y pude descuartizarlo.
Hoy me comí un poeta,
me atragantó su incertidumbre,
su verso inútil,
su estampa de héroe;
lo fui comiendo,
tragando despacito,
no sé ahora
que parte de mi cuerpo
hará la digestión
con semejante responsabilidad,
porque comerse un poeta
no es cosa de todos los días,
comerse un poeta
debe ser
la peor de las blasfemias,
un pecado sin catálogo,
muerte segura
cuando cayó en mis manos.
Hoy me comí un poeta,
aún tibio,
mientras lo masticaba,
se sacudía escribiendo;
me dedicó su angustia,
su mejor palma,
supo de mi respiración
mientras me alimentaba.
Hoy me comí un poeta,
exquisito cadáver
el de su esperanza,
atravesó toda mi garganta
su carne henchida,
su hueso roído
por el verbo,
sus tendones maltratados
por la cobardía.
Hoy me comí un poeta,
sus uñas se clavaron
en mi esófago
pidiendo volver
a la superficie,
olvidar la ingesta innecesaria,
pedir que lo vomite
pero ya lo tenía
a mal tragar,
para qué sirve
la anatomía de un poeta
pero igual lo comí,
lo mastiqué poco a poco,
sus ojos miraron desde adentro,
su voz ya muda
fue un solo gesto,
la mueca gutural
de toda su poesía.
Hoy me comí un poeta,
yo que hasta el momento
sólo tenía muertos encima
ahora, a partir de este día,
tengo un muerto adentro
ya cansado
de que la muerte y la poesía
pongan excusas para visitarme.
Ahora el poeta que me comí
me grita su última verdad
lo tengo clavado en el estómago
luchando contra la impertinencia
de mis jugos gástricos,
pobre poeta
descansa en mi sistema digestivo
como si creyera salvarse por eso.
Ahora reposa,
emula fetal
mi más oscuro sentimiento
antropofágico,
se retuerce buscando
la sombra que le falta,
junta sus pedazos
para unirse en mí,
me estimula,
es el sentido narcótico
con el que cuento,
se siente a salvo
como el hijo que el tiempo
me guardó desde siempre
y espera parirse.
Escribiré sobre este banquete:
la hoja en blanco
es mi útero.

 

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