Femeninario
a
mis hermanas
Los
hombres se han ido ya.
Sólo
los gatos que bailan
una
lúgubre danza
aman
sobre el delirio con sus ojos
de
muertos prematuros.
Y
nosotras,
aliadas,
que
fumamos de espaldas a los cuartos vacíos,
unidas
por el viejo testamento de la luna,
nosotras,
hembras
delicadas como magnolias,
nuevas
hasta no amanecer,
nuevas
y atroces hembras,
que
ornábamos a las plazas
con
aquellos perfiles entre el aire,
apenas
ya si oímos a los enamorados que nos nombran,
sus
lentas voces,
sus
lentas y hondas voces
cavadas
en el roble sonoro de la muerte.
(dulce
abrigo,
sandalia
de azúcar,
jaula
de azúcar,
labradora
de estrellas,
espejo
del espejo,
agua)
Hermanas
nosotras.
Amigas
queridas de elegidas sonrisas.
Enterrar
a los muertos
y a
los corderos blancos de ojos inocentes como los de los hijos,
matar
un corazón para comer,
nosotras,
jazmines de la orilla,
en las
islas.
Ladran
lejos los perros, rasgando
el
aire con sus dientes fríos.
Ellos
me llaman y besan mis heridas
con
sus largas lenguas húmedas.
Suena
el río
del tiempo
(agua
sumisa, agua negra)
entre
las sombras y las bellísimas paredes donde se apoyan
[las mujeres
del
night que sonríen después de haber llorado.
Mis
amigas me llaman para ver las cenizas.
Hay
una larga ventana
allí
nos hemos sentado para que nuestros vestidos brillen
[a la luna.
Mi
cabellera enciende el polvo rojo de los retratos
mientras
tragamos las terribles perlas que nos harán inmortales.
¡Eh
melancolía!
Déjala
a ella
veinte
años tiene
y
veinte años son
sin
ver el mar que alza sus guiños a la muerte.
El
cielo insomne
espera
y las
estrellas perfuman
como
el metal con que los hombres hieren.
Porque
la noche está hecha
con
todo aquello
que
nuestras manos redondas no conocen.
Nada
amaremos más que estas horas vacías
con
las que nadie ha soñado
y que
siempre supimos
que no
debieron ser.
Es que
la noche se cierra con el hierro del tiempo
como
una aldaba
sobre
un hijo de artistas con los ojos pintados.
SUEÑA,
SUEÑA, SUEÑA.
El río
del tiempo con su negro ganado
y su
cascabel de dentaduras.
¡Oro
para los conquistadores!
¡Oro
para los altares!
¡Oro!
Para mis medias de oro
que
voy a saltar la muerte y a comprar un candelabro
[en la mañana.
El
dulce estío, no volverá esta madrugada,
recuerda,
empieza el mes de abril,
y hace
frío,
mis
hermanas disponen las frazadas.
Cambiaría
esta noche
por
una noche verde,
mi
ventana
por un
balcón de transparente hielo
prendido
de la roca
en la
montaña.
Cambiaría
esta noche por una madrugada
cambiaría
mi sombra
por un
caballo que venga de la vida
contra
un caballo que venga de la muerte
bebiendo
de mi mano.
Caen
las rosas que el verano no ha usado,
caen
de noche, lejos de los pájaros,
como
caen
dos a
la luna y otras a la sombra
nuestras
sonrisas recién estranguladas,
hilos
de
mujeres que fuman de espaldas,
hebras
que tejen
el
recién descubierto medrar
de la
filosofía.
Ya los
hombres se han ido
y
nadie cuidará
mi
corazón despedazado en esta noche de mal cielo.
Ya los
pechos discretos de las puertas
no
guardan,
ya
llegan las noticias,
ya
vienen de matar,
ya entran
con sus pesados pies rojos
con el
polvo de tierras incendiadas
a
interrogarme con los ojos neutrales.
Ya
llegan. Ya vuelven y debiera estar sola.
Ellas
contemplan las barcas de los tiempos
y
señalan
algún
brillo del aire en el azar del humo.
Veo a
mi padre
volver
herido en la batalla de los sueños
y a
mis hermanos haciendo hermosos hijos
y me
pregunto
si el
día estuvo siempre a mis pies
quién
abre esas pesadas puertas.
Toda
la noche ladrarán los perros
toda
la noche lastimarán mis huesos
de Música de invierno.
(Fuente: Bolg del amasijo)
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