Métrica
A pesar del gris y roto laberinto
que es la calle de una ciudad antigua
a ratos peatonal y pendenciera
a pesar del murmullo hay un silencio
bajando la escalera y el bullicio
a pesar de la gente y de lo oscuro
las pisadas y el vértigo al silbato
he aguardado impaciente los vagones
conectando alguna estación, algún
destino que me espera como un tango
he cruzado los andenes y sus rimas
y el ritmo de un soneto al transitar
el verso de Legazpi hacia Moncloa
catorce veces sí catorce he dicho
y allí la descubrí y fui Teseo
y el inspector de Minos
no supo de mi salto a la barrera
de mi paso veloz de mi imprudencia
atropellada hasta el vacío del tren
y el viento que dejó tras su partida:
eras tú un diamante luminoso
en gambusina noche de viajeros
un perfil surge triste entre las luces
-qué soledad más negra en su vitrina
el maquinista tiene-
una voz anuncia ya
la próxima parada, unos descienden
uno se cubre el rostro con un libro
hay lugares vacíos
los que quedan realizan su tarea:
mirar hacia la nada
cuidar la aparición entre los muros
de las tablas, pasillos, direcciones
recovecos, galerías y el afán
de este día sin sol como es abajo
donde el invierno habita con su elipsis
yo venía recuerdo de otros metros
de Cuauhtémoc, La Raza, de Insurgentes
de una ciudad herida por la lumbre
del verano en la calle como espejo
tú surgías en todas las miradas,
duplicada tu imagen como un símbolo,
tenga cuidado de no introducir
su pie entre el coche y el andén y veo
la curva de tu espalda
que a tropezar obliga
subiendo los peldaños
yo esperaba, disminuía mi paso
en la escalera larga que bajaba
el terceto final de Pan Bendito
y agoto desde entonces estaciones
siguiendo cada rastro de tus ojos
me detengo en los codos e intercambios
aguardo la llegada de las astas
que salen de los túneles oscuros
y te expulse por fin el minotauro
que es la calle de una ciudad antigua
a ratos peatonal y pendenciera
a pesar del murmullo hay un silencio
bajando la escalera y el bullicio
a pesar de la gente y de lo oscuro
las pisadas y el vértigo al silbato
he aguardado impaciente los vagones
conectando alguna estación, algún
destino que me espera como un tango
he cruzado los andenes y sus rimas
y el ritmo de un soneto al transitar
el verso de Legazpi hacia Moncloa
catorce veces sí catorce he dicho
y allí la descubrí y fui Teseo
y el inspector de Minos
no supo de mi salto a la barrera
de mi paso veloz de mi imprudencia
atropellada hasta el vacío del tren
y el viento que dejó tras su partida:
eras tú un diamante luminoso
en gambusina noche de viajeros
un perfil surge triste entre las luces
-qué soledad más negra en su vitrina
el maquinista tiene-
una voz anuncia ya
la próxima parada, unos descienden
uno se cubre el rostro con un libro
hay lugares vacíos
los que quedan realizan su tarea:
mirar hacia la nada
cuidar la aparición entre los muros
de las tablas, pasillos, direcciones
recovecos, galerías y el afán
de este día sin sol como es abajo
donde el invierno habita con su elipsis
yo venía recuerdo de otros metros
de Cuauhtémoc, La Raza, de Insurgentes
de una ciudad herida por la lumbre
del verano en la calle como espejo
tú surgías en todas las miradas,
duplicada tu imagen como un símbolo,
tenga cuidado de no introducir
su pie entre el coche y el andén y veo
la curva de tu espalda
que a tropezar obliga
subiendo los peldaños
yo esperaba, disminuía mi paso
en la escalera larga que bajaba
el terceto final de Pan Bendito
y agoto desde entonces estaciones
siguiendo cada rastro de tus ojos
me detengo en los codos e intercambios
aguardo la llegada de las astas
que salen de los túneles oscuros
y te expulse por fin el minotauro
(Fuente: Asamblea de palabras)
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