El amor, el amor
En un cine porno, unos jubilados cascados
Contemplaban, escépticos,
Los retozos mal filmados de dos lascivas parejas;
No había argumento.
He ahí, pensaba yo, el rostro del amor,
El auténtico rostro.
Algunos son seductores, y seducirán siempre,
Y el resto sobrevive.
No existe ni el destino ni la fidelidad,
Sólo cuerpos que se atraen.
Sin sentir ningún apego ni, desde luego, piedad,
Uno juega, y después destroza.
Algunos son seductores y por lo tanto muy amados;
Sabrán lo que es un orgasmo.
Pero hay tantos otros cansados y sin nada que ocultar,
Ni siquiera un fantasma;
Si acaso, una soledad agravada por la impúdica
Alegría de las mujeres;
Si acaso, una certeza: «Eso no es para mí»,
Un oscuro y pequeño drama.
Con certeza morirán un poco desengañados,
Sin ilusiones poéticas;
Practicarán a conciencia el arte de despreciarse,
Será algo mecánico.
Me dirijo a todo aquel que nunca haya sido amado,
Que nunca supo gustar;
Me dirijo a los ausentes del sexo liberado,
Y del placer corriente.
No temáis, amigos, vuestra pérdida es mínima:
El amor no existe en ninguna parte.
Sólo es una broma cruel de la que vosotros sois víctimas,
Un juego de especialistas.
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