Observen las condiciones de nuestra vida intelectual tal como son, y no subestimen el peligro.
Actualmente son muy raros los especialistas capaces de fabricar, sin perder toda la razón, para brindárselos a sí mismos los libros que tienen ganas de leer, las palabras que necesitan.
Más raros todavía son aquellos que, para hacerlo, se bastan con las pequeñas herramientas mínimas: el alfabeto, el Littré en cuatro volúmenes y algún viejo tratado de retórica o discurso de adjudicación de premios.
Pero apenas se poseen otros libros, se vuelve indispensable poder neutralizar sus efectos sobre la necesidad.
No por nada hacia 1870, en la época de una terrible humillación francesa, un pájaro de inmensa envergadura, especie de gran murciélago melancólico, de cóndor o de vampiro de los Andes, un gran pájaro membranoso y ventilador llegó a encaramarse en la calle Vivienne, en el barrio de la Biblioteca Nacional que desde entonces no deja de sobrevolar, de dominar como desde una ojiva amenazante y tutelar a la vez –haciendo sus rondas al atardecer, con el ruido de una batería, en el cielo sepulcral de la burguesía…
Consideran los avatares que amenazan nuestro espíritu conforme a los que ha sufrido nuestra literatura nacional.
Eso tenía que llegar, ese calambre en el maxilar, y para la misma ocasión el ensalmador capaz de curarlo.
Aprendan la lección. Abastezcan sus bibliotecas personales con el único dispositivo que permita su hundimiento y su reflotamiento a voluntad.
Así, supongamos que después de no sé qué lectura hay llanto en sus corazones como lluvia sobre la ciudad, o que por el contrario se sienten afiebrados y embotados a la vez como un golpe de calor…
¡Abran a Lautréamont!¡Y ahí tienen toda la literatura dada vuelta como un paraguas!
¡Cierren a Lautréamont! Y en seguida todo vuelve a su lugar…
Para gozar a domicilio de un confort intelectual perfecto, adopten pues en sus bibliotecas el dispositivo MALDOROR-POESÍAS.
Aprendan, enséñenles a sus familias la manera de usarlo.
… Por hoy nuestros consejos se limitan a esto.
Traducción: SILVIO MATTONI
Métodos. La práctica de la literatura, El vaso de agua y otros poemas-ensayo. Buenos Aires. Adriana Hidalgo Editora. 2000. Págs. 209-211.
(Fuente: La Mecánica Celeste)
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