martes, 25 de septiembre de 2018

Ernesto Lumbreras (México, 1966)


D E S P E J A D O
Para Myriam Moscona
Robert Frost se levanta recordando un poema
de Píndaro o de Ovidio. Después del desayuno
lo veo cortar la hierba con un panamá blanco
en su cabeza blanca. Me ha propuesto, cercado
de un centenar de ardillas: "Venga a comer a casa.
Un camino con sombra tendremos en la mesa."
Tras su mudez se esconden las pícaras de nueces
rojas y de cola ancha como un corazón bueno.
No dirá más, se aleja con estribos de fraile
a remover el sol entre las briznas de hierba.
¡Cielo de San Francisco eres en Robert Frost
una colina verde, una colina verde!


(labores de riego)

Como quien duerme bajo un sauce, veo el cielo. Un goterón de Prusia me come los ojos. Su avidez termina en glebas de espuma. Fluir es su rabia: música de huesos. En su vastedad el colibrí toma la primavera de una isla. A la noche, el sauce de mis preguntas hunde santuarios de pólvora, legiones de plumas.

Poemas del libro El cielo (1998)

UNA MUJER ENCINTA SUEÑA UN PAVO REAL EN UN JARDÍN GRANIZADO

Soñado, soñado, lo dejé irse bajo las frondas del esplendor. En mi vientre redondo llevaba una música de cascos de caballo y una mina encantada. Tres o cuatro muchachas querían atraparlo: resbalaban en lo efímero y conjetural de la luz blanca, reían con risa de gasa. No sé en qué momento vino esta tromba con su pedrería de hielo; tampoco sé mucho de este pavo real esquivo que, ahora mismo, está trepando una escalera. Va subiendo con saltos de no llegar nunca, de volverse otro mientras en su incendio muere un rey a mansalva. Desde el último peldaño, mirándome, despliega su follaje con muchos loros, su plumaje con pólvora de aparecernos muy alegres. Entonces, en mi vientre siento una tortuga desovando, una charca con ojos de niños durmiendo, una timidez de que no querer respirar el aire del mundo. Mi hijo nacerá pronto, mi segundo hijo, que dentro de mí canta una ronda de comenzar la noche con tres o cuatro muchachas persiguiendo un pavo real en un jardín tapizado de granizo.



(oremus)

Bufan las aguas espumosas. Tu tránsito elude amonestaciones. Tu auto sacramental fluye en nuestras voces. Allá vas, viejo botijón procurando un guiño de alcohol para nuestro duelo. Quisimos decirte tantas cosas. Quisimos mostrarte la desembocadura del río: la malaria, el limo, los lagartos. Nos apetecía beber agua salada y resucitar un poco. Qué fácil hubiera sido, hacer brecha donde el fulgor nos llamara.
            Pero no. Dormir sin oírnos sedujo tu linfa. Allá vas con tu memoria en busca de un páramo. A nuestro dolor lo llamaste acoso de pólvora, música de cascos. Rogaremos en la divinidad de tus secreciones, la aparición de un tordo escarlata.


(polvo copular)

Poseo una muchacha
con modales de escorpión.
Ufano de penetrar
la hoguera donde caza
un león viejo,
saturo a la joven
con la luz de una piedra
rodeada de agua.
Poemas de Numerosas Bandas (2009)

LA MAÑANA ENTRE EL BARRO

En el centro del patio romperé mi alcancía:
un faro bienhechor con el martillo en mano
dirige el movimiento del asombro en mis ojos.
Golpeado por el ansia estoy alegre y triste
como una flor nocturna oliendo su perfume
en un sótano rancio. Sospecho que el marrano
sonríe por la música que lleva en sus costillas.
De pronto y sin aviso dejo caer el hierro
sobre el lomo del cerdo. Cegado por el brillo
de los peces saltando en su red de guijarros
me dijo complacidos: “No más filosofía
sobre cómo encontrar la mañana en el barro”.
De tuertos generales cada moneda tiene
la tarde de un domingo en casa de mi abuela.


UNA MAÑANA EN EL JARDÍN

Para Eduardo Langagne
Hay un gato en la barda del jardín de la casa.
El resplandor en la hierba igual que un cubo de agua
lo tensa y acobarda. Un círculo de pájaros
entre migas de pan despierta en su nariz
una alegría de alas. Si no estuviera un perro
absorto al movimiento de ir y no ir por su almuerzo
otro gallo cantara. Como una gota de agua
en un terrón de azúcar el gato se consume
en preparar su salto. Nunca lo hará, lo sabe
de cierto y con mayúsculas. Tal vez la historia cambie,
añora el bigotón, cuando un muchacho tome
su cuaderno y su lápiz y dibuje esta fábula.
Poemas de Espuelas para demorar el viaje



Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966). Poeta.  Autor de Numerosas bandas (Mantis Editores) y en el 2012, Lo que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo (Bonobos), entre otros.
(Fuente:  Revista El humo)


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