D E S P E J A D O
Para Myriam Moscona
Robert Frost se levanta recordando un poema
de Píndaro o de Ovidio. Después del desayuno
lo veo cortar la hierba con un panamá blanco
en su cabeza blanca. Me ha propuesto, cercado
de un centenar de ardillas: "Venga a
comer a casa.
Un camino con sombra tendremos en la
mesa."
Tras su mudez se esconden las pícaras de
nueces
rojas y de cola ancha como un corazón bueno.
No dirá más, se aleja con estribos de fraile
a remover el sol entre las briznas de hierba.
¡Cielo de San Francisco eres en Robert Frost
una colina verde, una colina verde!
(labores de riego)
Como quien duerme
bajo un sauce, veo el cielo. Un goterón de Prusia me come los ojos. Su avidez
termina en glebas de espuma. Fluir es su rabia: música de huesos. En su
vastedad el colibrí toma la primavera de una isla. A la noche, el sauce de mis
preguntas hunde santuarios de pólvora, legiones de plumas.
Poemas
del libro El cielo (1998)
UNA MUJER ENCINTA
SUEÑA UN PAVO REAL EN UN JARDÍN GRANIZADO
Soñado, soñado, lo
dejé irse bajo las frondas del esplendor. En mi vientre redondo llevaba una
música de cascos de caballo y una mina encantada. Tres o cuatro muchachas
querían atraparlo: resbalaban en lo efímero y conjetural de la luz blanca,
reían con risa de gasa. No sé en qué momento vino esta tromba con su pedrería
de hielo; tampoco sé mucho de este pavo real esquivo que, ahora mismo, está trepando
una escalera. Va subiendo con saltos de no llegar nunca, de volverse otro
mientras en su incendio muere un rey a mansalva. Desde el último peldaño,
mirándome, despliega su follaje con muchos loros, su plumaje con pólvora de
aparecernos muy alegres. Entonces, en mi vientre siento una tortuga desovando,
una charca con ojos de niños durmiendo, una timidez de que no querer respirar
el aire del mundo. Mi hijo nacerá pronto, mi segundo hijo, que dentro de mí
canta una ronda de comenzar la noche con tres o cuatro muchachas persiguiendo
un pavo real en un jardín tapizado de granizo.
(oremus)
Bufan las aguas
espumosas. Tu tránsito elude amonestaciones. Tu auto sacramental fluye en
nuestras voces. Allá vas, viejo botijón procurando un guiño de alcohol para
nuestro duelo. Quisimos decirte tantas cosas. Quisimos mostrarte la
desembocadura del río: la malaria, el limo, los lagartos. Nos apetecía beber
agua salada y resucitar un poco. Qué fácil hubiera sido, hacer brecha donde el
fulgor nos llamara.
Pero no. Dormir sin oírnos sedujo tu
linfa. Allá vas con tu memoria en busca de un páramo. A nuestro dolor lo llamaste
acoso de pólvora, música de cascos. Rogaremos en la divinidad de tus
secreciones, la aparición de un tordo escarlata.
(polvo copular)
Poseo una muchacha
con modales de
escorpión.
Ufano de penetrar
la hoguera donde caza
un león viejo,
saturo a la joven
con la luz de una
piedra
rodeada de agua.
Poemas de Numerosas
Bandas (2009)
LA MAÑANA ENTRE EL
BARRO
En el centro del
patio romperé mi alcancía:
un faro bienhechor
con el martillo en mano
dirige el movimiento
del asombro en mis ojos.
Golpeado por el ansia
estoy alegre y triste
como una flor
nocturna oliendo su perfume
en un sótano rancio.
Sospecho que el marrano
sonríe por la música
que lleva en sus costillas.
De pronto y sin aviso
dejo caer el hierro
sobre el lomo del
cerdo. Cegado por el brillo
de los peces saltando
en su red de guijarros
me dijo complacidos:
“No más filosofía
sobre cómo encontrar
la mañana en el barro”.
De tuertos generales
cada moneda tiene
la tarde de un
domingo en casa de mi abuela.
UNA MAÑANA EN EL
JARDÍN
Para Eduardo Langagne
Hay un gato en la
barda del jardín de la casa.
El resplandor en la
hierba igual que un cubo de agua
lo tensa y acobarda.
Un círculo de pájaros
entre migas de pan
despierta en su nariz
una alegría de alas.
Si no estuviera un perro
absorto al movimiento
de ir y no ir por su almuerzo
otro gallo cantara.
Como una gota de agua
en un terrón de
azúcar el gato se consume
en preparar su salto.
Nunca lo hará, lo sabe
de cierto y con
mayúsculas. Tal vez la historia cambie,
añora el bigotón,
cuando un muchacho tome
su cuaderno y su
lápiz y dibuje esta fábula.
Poemas de Espuelas
para demorar el viaje
Ernesto
Lumbreras (Jalisco, 1966). Poeta. Autor
de Numerosas bandas (Mantis Editores)
y en el 2012, Lo que dijeron las
estrellas en el ojo de un sapo (Bonobos), entre otros.
(Fuente: Revista El humo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario