Mala piel
Piel que pora no podría ser otra piel de durazno negro;
pigmento oscuro no otro, más que oscuro, no otro.
Crin sufroso el sayo que lo cubre y tizna.
Si aquél blanco horadara negro piel o la negrura espesa
el corazón tensara rojo piel blanca y por blanca virgínea
verrugosa la oruga sedara el silencio de aquél vellocino
pigmento de sedas avienta la oruga.
Su brillo opacara así
empolvando las estrías que trepana la cintura hacia lo velloso;
lamé cerrara y abriera hondo.
Pígmea su lamé bellosida plateara la sien;
guante sintético
de la mano que el guante esconde vacilante al tacto
de la cintura drapeada; cincha salvaje cimbra el talle
piqué blanco; borde el punto
y piensan pezones
más arriba
antes del cuello bibeteando cintas
cincha
acordona las tetas ralas;
pilchas sujetas.
Piqué
colorean cruces
ensedado natural a lunares salmón en la distancia lunar
refajo crepégeorgette saya bajo sostenedor del cuero
que acorpiña la tetada;
satén a rayas
pespuntean tajos
y más abajo en medio de las piernas antes de la melenada labial;
relieves sayos
piernas nylon rellenas;
puntos idos
hilos
hilados;
dedos uñetas recortan los aderezos pielares
nacientes lunas
relevos verde lumiere
musgo
humedece la noche zigzagueante breteles en la sima
carnada rolliza fajeada
en pieles algas
focas cocidas zurcen el cuero y viste a la que suspira por los desperdicios
un rosario de conchas anillando
el ruedo
y más arriba
enmarañando torsos bogan
sumos de cochayuyo yodado;
teje verde luche
aquello que transparenta la enagua
y perfúmea
lo que la ahuyenta
colgajos de trenzas anudan la colonia
de changos
y siglos turban chascas
cuelgas de lana.
El colero amanta las crenchas
y flotan en el doblés ligadas a la espalda
el broche; colitas de cuelgas
albacoran
gangocho carnal; flote de perchas.
Y arriba
arquea el escote y apunta a los huesos
arneando la saya de duras aletas
crespan crespas
aquellos párpados; nido de estrellas.
Y más adentro
se viera bajo un telón grácil
sueltas las charquis
danzan dancen
mugrón de oídas por la oreja silbe
trigal de espigas;
pingan jocosas botón de rosas;
pétalos carnos besos de bofe
cuelgan mollejas mudas nuden
lentejuelas vuelen
ligadas;
cueros de cocodrilo a ras serpientes
cascabeleen piernas nonato.
Botas de vaca abriguen la zorra y hebillen huinchas.
Zarpe la espalda de la esclava,
trajeada de foca cosidos botones de astracán
blanqueadas nalgas sajadas
rapen la nariza
y suban los ojos con tirantes por las orejas tejidas; pelos de silicona.
Manos revoladas estiran la estética
y hormonas pegadas en el culo
Arpan arpen
doblando recortes de sobras;
hierben hierban
ácidos
y engasten los pómulos.
Y en lo profundo por la piel
piren piran
la rastra facial; papiro de pieles
peldefebre sin escote
manga mangen
porcelana hendida en las grietas mapas
mapean pieses
flacas flecan.
Y Dios creo a la diosa del Eros del siglo xx
Un día me hice este moño que vi en una película de la Brigitte Bardot
era un nuevo moño iluminando los años sesenta
en mi despertar sensual.
Es un moño tubular de lado con horquillas
unos mechones en el rostro
mechas sueltas
un desorden
unas lianas enrizados
locos adornos sensuales y libertarios.
Viendo cine europeo y gringo aprendí
el fulgor de los espejos.
Tomar el pelo en tus manos
y hacer como si estuvieras realizándote.
Luego mirar tu rostro y encajarlo en la cabeza
usando sutilmente las horquillas.
Y como si pensara en ese recogimiento
vas reafirmando el rostro indígena
tomando un manojo al derecho
otro al izquierdo
lisos y ondulados como la diosa del eros
peinarse
era una forma de
dialogar en torno al rostro
consciente que no era solo
un deseo efímero de parecer ella
creada por dios.
Quién me habría creado a mi? El dios Lautaro?
Hacerse un moño es un arte
una estética del objeto pelo
en el contorno de tu simetría de ojos
pero me había acostumbrado a que
no todo lo que veía existía
prevaleciendo mis descomposiciones
en mi nariz ñata
mis ojos orientales rompiendo una necesaria armonía
en mis mejillas altas redondeadas
me espejeaba unos labios a veces triste
sonriente
mis orejas solícitas al sonido
mi cuello desaparecía en el cuerpo
según su compostura
mis manos eran únicas en lenguaje remedo
de congojas
mis labios se juntan son amigas
mi cintura y
Narciso
frente al espejo
De súbito cae esplendente un manojo de pelos
sostengo en mi mano un tiempo de brisas
un invierno de temporales
una lava intensa desde el volcán
un verano de sol en el monte.
Y un día te conocí sentada en las gradas de la universidad tragándonos
se quedaron pegados mis pelos negros en tu abrigo
intespestivamente nunca más nos separamos
ni pa miar
ni pa comer
nos alejamos
cesábamos hasta llegar a la esquina
y abrazados y calientes veíamos imágenes e historias universales
‘tan cerca y tan lejos’
que me instaban a corregir mis mechas
a la par de los años de representaciones de imágenes del primer mundo en el que reparaba mis dilemas de ser y dejar de ser la muchacha
que lloraba mirando el velador creado en el siglo XVIII para alumbrar con velas este paraíso.
(Fuente: Vallejo and company)
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