Umbral
En el cuerpo, donde todo tiene precio,
yo era un mendigo. De rodillas,
espiaba por la cerradura, no
al hombre de la ducha, sino la lluvia
que al caer lo atravesaba, cuerdas de guitarra que se cortaban
sobre sus espaldas terráqueas.
Cantaba, y por eso
me acuerdo. Su voz
me llenaba hasta lo más profundo
como un esqueleto. Hasta mi nombre
se arrodillaba dentro de mí, pidiendo
clemenacia.
Cantaba. Eso es lo único que me acuerdo.
Porque en el cuerpo, donde todo tiene precio,
Yo estaba vivo. No sabía
que hubiera una razón mejor.
Es mañana, mi papá se detendría
-un potro oscuro, inmóvil bajo el aguacero-
a escuchar mi respiración aferrada
del otro lado de la puerta. No sabía que el precio
de entrar en una canción era extraviar
el regreso.
Así que entré. Así que perdí.
Lo perdí todo con los ojos
bien abiertos.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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