La margarita
La margarita
Entre las flores del campo
tú puedes ser la reinita,
pues para eso eres
la más bonita.
Si tu vestido es blanco
de oro es tu corazón.
¡Cuántas flores quisieran
tener tan preciado don!
A ti la alondra, el bello pajarillo,
dedicó sus dulces trinos.
A ti, ¡Oh, reina de los campos!
te dedicó esta canción.
Entre las flores del campo,
tú puedes ser la reinita,
pues para eso eres
la más bonita.
***
Alba lírica
Alba lírica
¡𝗠𝗮𝘀 𝗲𝘀 𝗺í𝗮 𝗲𝗹 𝗔𝗹𝗯𝗮 𝗱𝗲 𝗢𝗿𝗼!
𝗥𝘂𝗯é𝗻 𝗗𝗮𝗿í𝗼
Alba lírica, alba de oro,
alborada diamantina
quisiera yo que tú fueses,
alborada de mi vida.
¿Cómo poder convertir
mis cantos en poesías?
¿Y cómo dar a las blancas
y silvestres margaritas
una fragancia que no
le ha sido concedida?
¿Y cómo ser ruiseñor
si se nace golondrina?
¡Ah, corazón! ¡Si vivieran
las buenas hadas madrinas
que todo lo transformaban
con su encantada varita...!
Entonces... en un minuto
todo, todo cambiaría;
El aroma de los lirios
las margaritas tendrían,
y romperían en trinos
Sublimes, las golondrinas.
Ó sea, que mis canciones
podrían ser poesías.
Pero las hadas han muerto
y el país de Maravillas
no se sabe dónde queda ...
ni el lugar en qué existía.
Y en la tarde moribunda
yo me quedo pensativa ...
¡Mas los laureles del triunfo
los lograré por mí misma,
tornando en flor de verdad
el sueño azul de mi vida!
Para decir cuando muera:
"Alba de Oro, ¡Fuiste mía! "
***
Poema 1
Poema 1
Amor, ese otro nombre de la rosa
Nos miramos en silencio, y sonreímos.
Somos como dos niños expectantes
que aguardan la dulzura.
Reclino el corazón contra tu pecho,
apretándolo al tuyo
en la sed de tus ojos en mis ojos,
tan una sola sed. Y sonreímos.
Pienso que el gozo es una flor
que se abre entrelazada en nuestros dedos.
O un finito que madura lentamente
en nuestra boca sonreída.
Este dulce mirarse sin palabra,
este así poseerse, que me tengas
como paloma dócil en tu mano,
estremecida en música.
Con el amor sin sueño,
pero olvidada el ala...
El amor, ese otro nombre de la rosa
que se ciñe a la sangre
como la llama a la madera...
Sonreímos los dos. Nada decimos.
Nos basta la sonrisa.
***
Poema 4
Relación de tu muerte
Sencillamente te di muerte
y te arrojé, ya muerto, al mar.
Flotaste apenas, pero inerte,
y ni hubo tiempo de llorar.
Nueve puñales fueron. Nueve,
más que de acero, de final.
Unos de noche, otros de nieve...
Todos se hicieron de coral.
La dura piedra de la ausencia
les afiló la soledad
y cada cual con propia urgencia
buscó en tu pecho cavidad.
Tiempo aguzado en herramienta
para el frenético desmán,
en impetuosa cornamenta
y en engarfiado gavilán.
Chorro por chorro, gota a gota,
ya por lo fiero o lo rapaz,
supo tu sangre la derrota,
exprimidísima torcaz.
En nueve hielos, nueve sombras,
se fue agotando tu raudal,
y corazón ya no te nombras,
porque eres ya muerte plural.
Te me tornaste en enemigo:
yermo delante, abismo atrás...
Si no la sed, el desabrigo...
Siempre el dolor, y nada más.
Y aunque ahora es rojo vacío
lo que antes fuera tu lugar
y me quedé sin lo más mío,
te hube por eso de matar.
Un estertor...
Un calofrío...
Luego, ni tiempo de llorar.
***
Los
dos primeros de su primer libro, Alba Lírica (Lima, 1935), los otros
dos de uno de sus libros de mayor madurez: Relación de tu Muerte
(México, 1961).
(Fuente: Lab de Poesía)
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