También, amigos, están esas noches de verano,
con el cielo totalmente despejado, en las que el
Tiempo, nuestro asesino, se da una larga siesta
Colgado en la pared, el viejo reloj suena aún más
alto después de la medianoche, pues, con la oscuridad,
sus manecillas se tienen miedo la una a la otra.
Ahora, por fin, descansa en silencio.
Nadie sabe dónde está la llave para darle cuerda.
Si querés saber la hora exacta, examiná los ojos
de un gato negro.
(Fuente: Mario Arteca)
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