Discurso del Capibaribe IV
Aquel río
está en la memoria
como un perro vivo
Como un perro vivo
dentro de un bolsillo.
Como un perro vivo
debajo de las sábanas,
debajo de la camisa,
de la piel.
Un perro, porque vive,
es agudo.
Lo que vive
no entorpece.
Lo que vive hiere.
El hombre
porque vive,
choca con lo que vive.
Vivir
es ir entre lo que vive
Lo que vive
molesta de vida
el silencio, el sueño, el cuerpo
que soñó cortarse
ropas de nubes.
Lo que vive choca,
tiene dientes, aristas, es espeso.
Lo que vive es espeso
como un perro, un hombre,
como aquel río.
Como todo lo real
es espeso.
Aquel río
es espeso y real.
Como una manzana
es espesa.
Como un cachorro
es más espeso que una manzana.
Como es más espesa
la sangre del cachorro
que el propio cachorro.
Como es más espeso
un hombre
que la sangre de un cachorro.
Como es mucho más espesa
la sangre de un hombre
que el sueño de un hombre.
Espeso
como una manzana es espesa.
Como una manzana
es mucho más espesa
si un hombre la come
que si un hombre la ve.
Como es aún más espesa
si el hambre la come.
Como es aún mucho más espesa
si no la puede comer
el hambre que la ve.
Aquel río
es espeso
como lo real más espeso.
Espeso
por su paisaje espeso,
donde el hambre
extienda sus batallones de secretas
e íntimas hormigas.
Y espeso
por su fábula espesa;
por el fluir
de sus jaleas de tierra;
al parir
sus islas negras de tierra.
Porque es mucho más espesa
la vida que se desdobla
en más vida,
como una fruta
es más espesa
que su flor;
como el árbol
es más espeso
que su simiente,
como la flor
es más espesa que su árbol,
etc., etc.
Espeso,
porque es más espesa
la vida que se lucha
cada día,
el día que se alcanza
cada día
(como un ave
que va cada segundo
conquistando su vuelo).
(Fuente: Hugo Toscadaray)
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