VI
No comiste del loto del olvido
-el homérico privilegio de los dioses-
porque sabías ya que quien olvida se convierte en objeto inanimado
al antojo del caprichoso mar de otras memorias.
Y así escarbaste un día en tu depósito de sombras
y volviste a anudar con tiernos
ligamentos huesecitos dispersos,
tejidos enamorados del sabor de la lluvia,
vísceras dulces como colmenas sobrenaturales para la abeja reina,
dientes que fueron lobos en las estepas de la luna,
garras que fueron tigres en la profunda selva embalsamada.
Y lo envolviste todo en ese saco de carbón constelado
que arrojaste hacia aquí, como hacia un tren en marcha,
y que en algún lugar dejó un agujero por el que te aspiran y al que debes volver.
"Poesía completa"
Página 203
Adriana Hidalgo, editora.
(Fuente: Irene Schiffer)
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