jueves, 5 de enero de 2023

Jorge Villalobos (Marbella, España, 1995)

 

XXI- Habitación Alzheimer

 

Al otro lado de la puerta vi a mi abuelo morir sin ser mi abuelo.
¿Cómo se puede morir sin lo vivido?

Al otro lado de la puerta veo a mi padre morir sin ser mi padre.
¿Dónde está mi padre?

Yo no quiero ser esta herencia, no puedo ser esta herencia.
Pero al otro lado de la puerta me estoy esperando.

(El desgarro, 2018)

 

 

 XXXIX

 

Nada desaparece para siempre, resiste en algún sitio, alguna fotografía, algún colgante o carta de despedida, cualquier cosa como una puerta entornada de regreso. Nada desaparece del todo, aunque esté vacío su lugar y no podamos alcanzarlo, sigue ahí, de alguna forma, consolando tanto vacío absurdo y pérdida sin sentido. Nada en esta vida muere por completo, permanece en algún lugar de nosotros. Aún somos su último aliento.

(El desgarro, 2018)

 

 

NO FUTURE IS COMING 

 

Mi juventud y mi presente
se llaman crisis económica,
se llaman beca y se llaman dinero
que mi familia pueda prestarme.
Y se llaman cambio climático,
sobrepoblación, paro,
estudiar sin ninguna aspiración
laboral a una vida digna.

Mi juventud y mi presente
es ver lo poco que no le han quitado
a mis hermanos y a mis padres
como una herencia.

Y la austeridad
compartida, y partir un sueldo en dos
o en tres para crear, dicen, más empleo.
Y aprender un idioma o dos o tres
para entendernos, nietos de Europa,
en un Erasmus donde comparamos
nuestras realidades miserables
como niños que se intercambian cromos.

Enhorabuena, he aprendido
el lenguaje de la escasez.

Mi juventud y mi presente
es tomar Lorazepam por las noches,
con veinticuatro años, para no convertirme
en uno de esos jóvenes que sufre depresión,
ese veinte por ciento menor de veinticinco
que no sabe dormir de otra manera.

Y temblar si preguntan por cuál es mi futuro.

Y temblar si preguntan por cuál es mi presente
o mi juventud o por qué me asfixio,
qué le puede ahogar a un joven
de veinticuatro años con todo por delante.
Y no ven que me siento como dentro de un cubo,
tan trasparente que no pueden ver
que se llena poco a poco,
toda una generación que se ahoga
poco a poco, que se digitaliza
cada vez más, que busca evadirse del mundo
porque no tiene ya solución, ni es el nuestro.

Enhorabuena, he aprendido,
mi generación ha aprendido
lo que nunca quisisteis enseñarnos:
los idiomas de la derrota,
el fracaso como un lenguaje
de signos, nuestra moneda de cambio.

Mi juventud y mi presente
no tienen nombre, no quieren más nombres
para que una estadística hable de ello y suene
artificial, poco creíble,
como una voz distorsionada.

Mi juventud y mi presente
no tienen nombre. Tampoco lo quieren:
no se puede robar lo que no se conoce.

Una juventud y un presente
con la única expectativa
de que el futuro no sea como dicen.

(El futuro que te prometieron, inédito)

 

 

MI CARTERA ESTÁ LLENA DE POEMAS

 

He impreso y recortado mis poemas
a imagen de los billetes de diez.

El bolsillo trasero de mis jeans
está tan abultado que parece que sufro
alguna malformación en la nalga.
Tanto que me han devuelto la cartera
varias veces después de que algún buen señor,
al robarla, compruebe que solo hay poemas,
diga que se cayó, mientras le doy las gracias.

En los bares no aceptan mis poemas.
En las tiendas de souvenir tampoco.
En el estanco denunciaron
que pague con poemas, también la policía
me sancionó por ello y me advirtió
que no podía pagar la multa
con versos que no riman, y según
la ley, atentan contra el orden público.
Estoy sin abogado
porque tampoco acepta mis poemas.
Hice un crowfunding entre otros poetas,
pero solo me envían sus libros
para que los lea en la cárcel,
porque ahí tendré tiempo libre.
Ahora mi compañero de celda lee mis versos.
Él escribe también. Me mostró algunos,
antes de corregirle un par de fallos
por los que ahora quiere apuñalarme.
Los poemas no protegen de un cuchillo casero.
Ni sobornan tampoco. Ningún guardia
rellena los chalecos antibalas con poemas.

No sé si al cielo iré desnudo o no,
si al menos dejarán que lleve mi cartera
llena de poemas. Si, más bien,
el cielo debe ser una autopista
donde San Pedro cobre el peaje en su cabina,
por un sueldo precario como todos,
y donde me rechaza los poemas
también, ya sabes, órdenes del Jefe,
donde le enseño mi cartera abierta,
donde no llevo nada suelto,
donde no llevo nada más que todo
aquello en lo que he creído, sin descanso,
cada día de mi vida.

(El futuro que te prometieron, inédito)

 

 

MIENTRAS DUERMES SOBRE MI BRAZO
(A MODO DE ALBADA)

 

Igual que para abrir un libro, abro este verte,
me siento en estos ojos, estas dos butacas
para verte asombrado:
mira estos ojos que te miran,
mira cómo disfrutan viéndote,
mira cómo disfrutan y se pierden,
se sueltan de mí como dos niños
de la mano y se pierden en centros comerciales,
máquinas de atracciones, tiendas:
mira qué divertidos están mis ojos viéndote.

Como quien baja a comprar pan,
y exprime zumo, hace café,
estoy viendo a mis ojos darte los buenos días:
quieren que sonrías cuando me veas verte.
Quieren tenerte en brazos, saber cómo has dormido.
Quieren que los abraces un poco más, con fuerza,
como dos personas que llevan
sin verse mucho tiempo.

Estos ojos te miran con asombro.
Te dan los buenos días con asombro:
saben bien que podrían no haberte conocido,
nunca. Que vieran solos, rutinarios,
la tristeza del lado vacío de una cama,
todo lo que no ven cuando estás tú.

(El futuro que te prometieron, inédito)

 

 

(Fuente:  Altazor)

 

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