viernes, 13 de enero de 2023

Héctor Giuliano (Piamonte, Itallia, 1947 / Reside en San Juan, Argentina)

 

 

La vida no es culto a los vivos
o a los muertos,
a las estatuas,
a virtudes, vicios o patriotas,
aquí,
en este encatrado cronológico,
los entibiados pasan de largo;
no es veneración de almidones y alquitranes,
no es un puchero,
no un sueño que place o perturba,
menos un libro,
un catálogo,
Bach o la cumbiamba,
una frase feliz, otra amarga;
no es una píldora
o un espíritu que yace,
tampoco el celebrado
hallazgo del filósofo,
el eslogan político
de los vivos que nos joden la vida,
el abismo que se insinúa
y nos chupa sin piedad,
el grito en la cancha
o el silencio que nos murmura
en la nuca,
el terror del soldado
y el fósforo líquido del general,
el enfermo que jadea
un artificio de oxígeno.
No es el carácter permanente
de la duda y la pedantería de la certeza.
La vida nunca será explicada.
Es chirle acopio de opiniones y engrudos
que pretenden la gloria del gusano
extraviado en la estepa.
La vida es la animalidad
que no sabemos expresar,
la correlativa relación sensible
y la ahogada voz tripartita.
Quizá sea el tiempo que se vivió
o el que no,
o el que vivimos,
nunca el mañana.
La vida no e sun crucigrama,
el embeleco meloso;
es leña verde que humea,
fuego y ceniza,
el delirio y la sensatez desbordada
no caben en ella,
resbalan tras probar
esas durezas;
es el hierro candente del verdugo
y la carne quemada del reo,
necesariamente.
Nadie sabe qué es la vida.
Nadie nace y se va sin pagar una cuota
de algo que no está claro.
La vida es lo limitante y lo ilimitado.
Es un tiempo nuevo y otro muy viejo,
boqueando.
Un origen y una desaparición
en lo que llamamos nada,
por llamarlo, nomás.
Es una causa binaria
y un montón de primarias.
Y la desazón de los restos mitológicos.
No es un fin, tampoco un camino,
el agua múltiple y su opuesta,
no es pureza ni luz lunar
que se descarrían entre yuyales
y la bovina situación del sol y las enzimas.
No es un damajuana de vino o un dado
o el paraíso volátil de drogas y sucedáneos.
La vida se concibe, pero no concebimos
lo atroz que puede ser,
no es aquello que dicta el oído fino
y la visión emparchada.
Es lo que nos fue dado
como elemento particular
y una pluralidad que se devora a sí misma.
No es real,
pero duele como las junturas óseas
que se raspan entre sí.
La vida apremia.
El color huye de sus fauces
y ella como si nada.
Cría cuervos que te picotearán
la córnea.
 

- Inédito-

 

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