sábado, 2 de octubre de 2021

Fernando González-Urízar (Chile, 1922 - 2003)

 


¡QUE SOMOS, DIOS, QUE SOMOS!

 
Qué somos, Dios, qué somos sino polvo y silencio,
nube de ciegos pájaros en busca del verano,
ríos que solitarios se pierden
en la muerte,
podredumbre feliz, belleza desdichada.
 
Qué somos sino anillos
de tu ancestro invisible,
torpeza en desmesura y volutas
de gracia,
párpados de unos ojos que vieron tu relámpago
surgir de la profunda materia ensimismada.
 
Qué somos sino pasto de ruinas, humo, rosas,
hojas que se desprenden ya secas de tu rama,
ardientes candelabros de la noche secreta,
piedras que ruedan, caen cantando hacia la nada.
 
Qué somos sino espumas
de un mar impredecible,
sonidos de tu viento, semillas
de tus astros,
destellos de la gema radiante
de tu sello,
fina arena mortal vaciándose anhelante.
 
Qué somos, Dios, qué somos
sino formas de un sueño,
nostalgia de unas horas, soledad angustiada,
pasión de ser eternos
como en el paraíso y cenizas
y duelos y sombras y palabras
 
 
 
 

AHORA ERES EL MAR

 

Ahora pongo imágenes en ti
-cerezas en la rama de tus días-.
Ahora eres el mar y estás cantando.
 
Ahora veo el rostro que me mira
y en sus ojos -mirándome- mis ojos
en un juego de espejos que no acaba.
 
Ahora tu cabeza es una flor
y la arrancó de pétalo a garganta.
Ahora empezarás a recordar.
 
Ahora pasan nubes y campanas
como lento rebaño o barcarola
y se apaga la púrpura en tus sienes.
 
Lo que existe sin ti desaparece:
con un viejo perfume nos golpea,
con un ramo de luz el corazón.
 
Ahora va mi mano recorriendo
todo el cañaveral, toda la seda
y tu boca en mi boca esclavizando.
 
Ahora es tu mirada la que cae
a la brasa del cielo y de las hojas.
Ahora son tus dientes
los que hieren.
 
Ahora sobreviene tu relámpago
y el mío lo prolonga y acompasa.
Ahora del silencio llueve música.
 
¿Quieres saber quién soy, qué hago en el mundo?
 
Yo soy el que te besa y el besado,
el alimento de mi propia boca,
los ojos y la red que te aprisionan.
 
Y mi oficio es amarte, nada más,
ser el aire y el fuego de tus huesos
y la sola razón para que existas.
 
Hago contigo lo que tú conmigo
y te cuento lo mismo
que me cuentan
esas flautas que lloran
o que cantan.
 
Nos pasa únicamente
lo que cambia:
ahora es la sazón para nosotros,
antes, después, carece de sentido.
 
Ahora me miras y con mis palabras
te callas largamente mientras hablo
y todo vuelve a ser como al principio.
 
Ahora pongo imágenes en ti
-cerezas en la rama de tus días-.
Ahora eres el mar y estás cantando.
 
 
 

APENAS CÁNTICO

 

¿Me nombras tú, me nombras cuando se apaga
el viento,
cuando la luz se anega de soledad sin tregua;
me sostiene tu labio, dolida flor, espiga,
harina de tinieblas, en aquella hora ciega?
 
¿Me encantas tú, me cantas cuando viene
el crepúsculo,
con los labios lejanos y la sonrisa en fruto?
¿te asomas encendida junto
a los ventanales,
ungida por mi aceite, vestida
de mi luto?
 
¿Te acercas a mi rostro perdido
te levantas
desde el lirio y remeces la campana más alta?
¿Se hace miel incesante mi nombre en tus praderas,
me contiene tu vaso de espumas
en llanto?
 
Yo bebo en tu silencio como un vino tan triste;
Tú vives en mis ojos con el color
del humo.
Me nombras y te nombró,
me llevas y te llevo y eres
apenas mía y soy apenas tuyo.
 
***
 
 
(Fuente: Marcelo Sepúlveda Ríos)

 

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