viernes, 2 de abril de 2021

Robert Frost (San Francisco, EEUU,1874 - Boston, 1963)

 

 


Entrá

Al acercarme al abismo del bosque,
— ¡Oigan! — el canto de un zorzal,
Pero si afuera caía la tarde,
Adentro estaba oscuro.

Demasiado oscuro en el bosque para un ave,
Para hallar, en un juego de alas,
Un mejor lugar para pasar la noche,
Y sin embargo podía seguir cantando.

La última luz del sol,
Que había muerto en el oeste,
Aún vivía para una última canción
En el pecho del zorzal.

Lejos, desde una oscuridad de columnas,
La canción del zorzal voló —
Casi como una llamada para entrar
En la oscuridad y el lamento.
Pero no, estaba yo afuera por las estrellas;
No habría entrado,
Ni siquiera aunque me lo hubiesen pedido;
Y nadie lo había hecho.
 
 
 

Miedo a la tormenta
 

Cuando el viento trabaja contra nosotros en lo oscuro,
Y apedrean de nieve
La ventana de la habitación baja por el este,
Y susurra con una especie de ladrido cansado,
La bestia
—“¡Fuera de acá, fuera de acá!” —
No siente ningún forcejeo interior que la empuje a salir,
¡Ah, no!
Cuento nuestra fuerza,
Dos y un niño,
Aquellos de nosotros aún despiertos y forzados a notar
Cómo el frío hace temblar cuando el fuego finalmente muere,
Cómo se amontona la nieve,
Atrio y camino indistinguibles,
Incluso cuando el confortable granero crece a la distancia,
Y mi pecho alberga una duda:
Si estará nosotros resurgir con el día
Y salir salvos sin ayuda.
 
 

Un arroyo en la ciudad
 

La casa firme permanece, aunque negada a encuadrarse
En la nueva calle de la ciudad que debe vestir un número.
¿Pero qué hay del arroyo
Que mantuvo a la casa como atrapada en un codo?
Yo pregunto como alguien que conoció el arroyo, su fuerza
Y su impulso, que mojó la extensión de un dedo
Hasta salpicarse los nudillos, que descartó
Una flor para probar el lugar donde se cruzan sus corrientes.
La hierba de la pradera puede taparse con cemento,
Privarla de crecer bajo el pavimento de un pueblo;
Los manzanos, a las llamas del hogar de piedra.
¿Sigue sirviendo a un arroyo el agua del bosque?
¿Cómo deshacerse de una fuerza inmortal
Que ya no es requerida? ¿Frenarlo en su origen
Y vaciar en él cargamentos de ceniza? El arroyo fue tirado
Bajo piedra a una profunda celda de cloacas
Para continuar la vida y el flujo en fétida oscuridad —
Y todo esto sin haber hecho nada
Excepto olvidarse de andar con miedo, quizá.
Nadie sabrá, excepto los mapas viejos,
Que por el arroyo el agua corría. Pero me pregunto
Si de su eterna estadía bajo tierra
Los pensamientos no se habrán levantado
Para impedirle a la nueva ciudad el trabajo y el sueño.
 
 

Extraído de: Robert Frost, Complete Poems of Robert Frost, Holt, Rinehart and Winston, 1964. Versión de Guillermo Romero von Zeschau y Adrián Bollini.
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(Fuente: Alpialdelapalabra)

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