jueves, 1 de abril de 2021

Clemencia Tariffa (Colombia, 1959 - 2009)

 

 


Vacío

En las noches
de mis días,
maullando,
mendigo
un trocito de luna.

¿Y qué he conseguido?


 


 

Paciencia regia

Mi sentir está dividido.
Antes era un bello bosque
y los pájaros rozaban mis senos
con su pecho amarillo
cantando siempre de dos en dos.
Pero se agotó mi lozana paciencia
y volaron los cantos
dejando una mala experiencia.
Ahora, hasta el suntuoso árbol
opaca su color de montaña regia.


 

Sublevación

Durante la rebelión
los habitantes del Olimpo
jamás cambiaron su rutina.
Los torsos herbáceos
de los adolescentes
se ofrecían
para que pastaran
los dulces pezones
de las muchachas.
Eran ingenuos cuerpos
que destilando erotismo
se enredaban fácilmente.
Un buen día protesté
y…
bruscamente caí.
Ayer escuché por la radio
que los demás dioses


Misiva

Todos los soles han de ser iguales tanto en las cartas
como en las fábulas, ante todo, si quien escribe niebla en
un país de maravillas tempranas. Y tal vez un malecón de
algas conserve en mi cerebro verde como han vivido las
letras en las mismas cartas leídas, pues si en realidad
existe un dios, él más que nadie sabe que soy feliz de ser
lo que soy, que desde que empecé a hacer arte jamás
quise otra cosa diferente.

Por supuesto, me siento más húmeda que una manzana
rosada, después de leerte. Reconociendo ser más tímida,
pero no por eso he olvidado las cigarras, ni mucho menos
escribir poemas, por supuesto, cuando le escribo al poeta.


Capullito

Mirando al sol descubrí
que soy una criatura ciega,
buena alumna en el amor,
pésima en matemáticas
e impuntual para las citas.
Si no es por el sol, no descubro
que soy una extraña mariposa
libérrima e indefensa
con alas incendiadas
sin preocuparme por morir,
solo por libar
al astuto girasol,
y volar, volar siempre firme
mirando al sol.


 



 

Ojos

Se ha gastado el amor
que hicimos tan de mañana
todas las mañanas.

Huyó fugazmente la alegría.
Ya no volveré a mirar tus ojos
que antes me enceguecían.
Ni a ver cómo el sol de la tarde
te imitaba día tras día
en su caminar sereno,
en su lluvia de fuego y melancolía,
ese no-sé-qué
que jamás entenderé.

No me verás.
No volveré a mirar tus ojos.

 

 

(Fuente: Vomité un conejito

 

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