Rabiosos son los lobos del verano,
aullido a pleno sol, baba y colmillos
que arrojan salomónicos cuchillos
contra la flor oscura de tu ano.
Desnuda contra el mar, llevas tu mano
de guante negro hacia los sencillos
repliegues de tu carne, los anillos
elásticos de tu sexo anglicano.
Catorce mil trescientos veinte orgasmos
fueron los días que vivió el hirsuto
fornicador sobre el que hoy cabalgas.
Obsérvalo observarse en tus espasmos
como Hegel se espiaba en su Absoluto.
Siéntele hundir su angustia entre tus nalgas.
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